miércoles, 26 de marzo de 2014

FIDELIDAD VS INFIDELIDAD


Siempre que algo se oculta entra en el terreno de "infidelidad"...

Hoy en día, la infidelidad no es causa de divorcio...

Es la infidelidad, en determinadas parejas un elemento integrador de la misma?

La pasión justifica la infidelidad?

Es diferente según el género ?

Los hombres van  más por la atracción  física y la mujer dirige su atención más hacia lo  emocional?

Es la mujer quien empuja al hombre a ser infiel ?

Dime cuáles son tus carencias y te diré cuales tus infidelidades...

La infidelidad es una decisión desde la voluntad y la conciencia o hablamos más bien de

Inmadurez????

Causas:

Origen:

Previo a la infidelidad que pasa para que alguien caiga en el terreno de la infidelidad?

Es aprendida? Es adictiva? Y si es así, donde queda la libertad de voluntad de la Persona Espiritual?

¿Cómo asumo en la vida mi responsabilidad, la afronto y que hago con ella?

¿Somos seres libres y responsables o nos consideramos juguetes del destino y víctimas de las circunstancias?

SI SÓLO LO HAGO POR MI ... ¿Quién soy?

SI NO LO HAGO YO... entonces ¿ Quien  lo hará?

SI NO LO HAGO AHORA, ¿Cuándo lo haré ?


Preguntas Existenciales que nos remiten a la Libertad de Voluntad y al Sentido de Cada Instante!

De instante en instante planificamos nuestro Sentido de Vida!


La infidelidad:

Se debe decir ?

Se debe ocultar?


Ventajas y desventajas

Hay Mentiras y Verdades que matan...

Lo que digo: como lo digo  y para qué ?

Hoy una mujer primero es mujer, empezó por ser pareja y luego mama... 

Ese es el orden!

Hoy un hombre quien es Verdadero Hombre debe hacerse dueño de sus actos y asumir las consecuencias de los mismos; ser totalmente dueño de su voluntad!

 
CONSUELO DE LA HIDALGA

Visita mi página web www.consuelodelahidalga.com

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martes, 25 de marzo de 2014

En esta ocasion...

Los invito a participar con su voto en la encuesta Semanal publicada en el BLOG,  en esta ocasión: 
¿Cómo aprendemos a evaluarnos y a valorar nuestros actos?

Así mismo, me encuentro totalmente abierta a sus comentarios al final de toda publicación, a efecto de llevar a cabo una participación totalmente interactiva al respecto de cada Tema, y contar con una Retroalimentación mutua.

Su participación es muy importante!

atte
Consuelo de la Hidalga
www.consuelodelahidalga.com

Reflexion


 
“Si supiera quién soy en realidad,
dejaría de comportarme
 como lo que creo que soy;
 y si dejara de comportarme
como lo que creo que soy,
entonces sabría quién soy.”
 
ALDOUS HUXLEY 

AUTENTICIDAD


LECCIONES DE VIDA.

Lecciones de amor, de coraje, de sinceridad Ahora es el momento de aprenderlas.


Elisabeth Kübler – Ross y David Kessler.

Edit. Milenium.

1.1 LA LECCION DE LA AUTENTICIDAD


Stephanie, una mujer de cuarenta y pocos años, compartío esta historia durante una conferencia:

>>Un viernes por la tarde, hace unos cuantos años, me dirigía de Los Ángeles a Palm Springs.  No era el mejor momento para circular por aquella autovía de Los Ángeles, pero estaba ansiosa por llegar al desierto y pasar un fin de semana relajado con unos amigos.

>>A las afueras de la ciudad, los coches que iban delante de mí se detuvieron.  Yo también paré el mío detrás de una larga hilera de vehículos, miré por el retrovisor y vi que el coche que me seguía no aminoraba la marcha sino que se acercaba al mío a una velocidad enorme.  Comprendí que el conductor estaba distraido e iba a chocar conmigo con mucha fuerza.  También me percaté de que, debido a su velocidad y a que mi coche estaba parado a pocos centímetros del de delante, me encontraba en un grave peligro. En aquel momento fui consciente de que podía morir.

>>Me miré las manos, que sujetaban con rigidez el volante. No las había agarrotado de una forma consciente: ése era mi estado natural y así era como vivía la vida. Decidí que no quería vivir, ni tampoco morir, de aquella manera.  Cerré los ojos, inspiré y dejé caer los brazos a los lados.  Me dejé ir. Me rendí a la vida y a la muerte. Entonces el otro coche chocó violentamente contra el mío.

>>Cuando la sacudida y el ruido cesaron, abrí los ojos.  Estaba ilesa. El coche que tenía delante estaba destrozado, el de detrás también, y el mío estaba comprimido como un acordeón.

>>La policía me dijo que tuve suerte de estar relajada, porque la tensión muscular aumenta la posibilidad de sufrir lesiones graves.  Al marcharme de allí sentí que había recibido un regalo, que no consistía sólo en salir ilesa del accidente, sino en algo mucho más valioso: había visto el modo en que vivía la vida y se me había concedido la oportunidad de cambiar.  Hasta entonces me aferraba a la vida con el puño apretado, pero me di cuenta de que podía sostenerla con la mano abierta, como a una pluma que reposara en la palma de mi mano.  Comprendí que si podía relajarme hasta el punto de liberarme del miedo a la muerte, también podía, a partir de entonces, disfrutar de la vida con plenitud.  En aquel instante me sentí más conectada conmigo misma de lo que había estado nunca.>>

Como muchos otros que se encuentran al borde de la muerte, Stephanie aprendió una lección, no sobre la muerte, sino sobre la vida y cómo vivir.

 

Todos sabemos que en lo más hondo de nuestro interior hay alguien que es quien estamos destinados a ser. En general nos damos cuenta de cuándo nos estamos convirtiendo en esa persona y también de lo contrario, pues todos sabemos cuándo las cosas no van bien y no somos la persona que deberíamos ser.

De un modo consciente o inconsciente, todos buscamos respuestas e intentamos aprender de las lecciones de la vida. Luchamos contra el miedo y el sentimiento de culpabilidad y buscamos el sentido de la vida, el amor y el poder. Intentamos comprender el miedo, la pérdida y el tiempo y descubrir quiénes somos y cómo podemos ser realmente felices. A veces buscamos estas cosas en el rostro de nuestros seres queridos, la religión, Dios o en otros lugares. Sin embargo, con demasiada frecuencia las buscamos en el dinero, la posición social, el trabajo <<perfecto>> o en cosas parecidas, y al final descubrimos que no sólo no hallamos el significado que buscábamos, sino que encima nos hacen desgraciados. Si seguimos esos falsos caminos sin un conocimiento profundo de su significado, nos sentiremos inevitablemente vacíos y creeremos que la vida tiene poco o ningún sentido y que el amor y la felicidad no son más que ilusiones.

Algunas personas encuentran el sentido de la vida en el estudio, la cultura o la creatividad. Otras lo descubren cuando se encuentran cara a cara con la infelicidad o incluso con la muerte.  Quizá los médicos les han dicho que padecen cáncer o que les quedan sólo seis meses de vida. Quizás han visto a un ser amado luchar por su vida o se han visto amenazadas por terremotos o catástrofes.

Esas personas se hallaban en una situación límite, pero también en el umbral de una nueva vida. Si miraron directamente a los ojos del monstruo y se enfrentaron con la muerte sin rodeos, de una forma completa y sincera; si se rindieron ante ella, su visión de la vida cambió para siempre porque aprendieron una lección de la vida. Esas personas tuvieron que decidir, en la oscuridad de su desesperación, qué querían hacer con el resto de su existencia. Muchas de estas lecciones no son agradables de aprender, pero todos los que las han recibido opinan que enriquecen la textura de la vida. De modo que ¿por qué esperar al final de nuestra existencia para aprender las lecciones que podemos asimilar ahora?

¿Cuáles son esas lecciones que la vida nos pide que aprendamos? Cuando se trabaja con los vivos y los moribundos, resulta evidente que la mayoría de nosotros nos enfrentamos a las mismas lecciones: la lección del miedo, de la culpabilidad, del enfado, del perdón, de la rendición, del tiempo, de la paciencia, del amor, de las relaciones, del juego, de la pérdida, del poder, de la autenticidad y de la felicidad.

Aprender lecciones se parece un poco a alcanzar la madurez. Uno no se siente de repente más feliz, rico o poderoso, pero comprende mejor el mundo que lo rodea y se siente en paz consigo mismo. Aprender las lecciones de la vida no consiste en hacer que nuestra vida sea perfecta, sino en ver la vida como es. Como dijo un hombre :<<Ahora me maravillo de las imperfecciones de la vida>>.

Venimos a este mundo para aprender nuestras propias lecciones. Nadie puede decirnos cuáles son, y descubrirlas forma parte de nuestro viaje personal. Durante este viaje se nos ofrecen muchas o sólo unas pocas de las cosas que tenemos que resolver, pero nunca más de las que podemos asumir. Alguien que necesite aprender sobre el amor quizá se case muchas veces o ninguna. Y alguien que tenga que superar la lección del dinero quizá no tenga nada o tanto que no pueda ni contarlo.

En este libro hablaremos de la vida y de vivir y descubriremos cómo se ve la vida a las puertas de la muerte. Aprenderemos que no estamos solos, sino que todos estamos conectados; descubriremos cómo crece el amor y cómo nos enriquecen las relaciones. Esperamos rectificar la percepción de que somos débiles, y nos daremos cuenta de que no sólo tenemos poder, sino que en nuestro interior está todo el poder del universo. Aprenderemos la verdad sobre nuestras ilusiones, la felicidad y la grandeza de quiénes somos realmente. También aprenderemos que se nos ha dado todo lo que necesitamos para que nuestras vidas funcionen de maravilla.

Cuando las personas con las que hemos trabajado se enfrentaron a la pérdida de un ser querido, se dieron cuenta de que el amor era lo único que importaba. En realidad, el amor es la única cosa que podemos poseer, guardar y llevar siempre con nosotros. Aquellas personas dejaron de buscar la felicidad en el exterior, y aprendieron a encontrar la riqueza y el sentido en lo que son y en las cosas que tienen; aprendieron a profundizar en las posibilidades que tienen a su alcance. En resumen, echaron abajo los muros que las protegían de la plenitud de la vida. Ahora esas personas ya no viven para el mañana, a la espera de un ascenso, las vacaciones o de buenas noticias del trabajo o la familia, sino que han encontrado la riqueza en el presente porque han aprendido a escuchar su corazón.

La vida nos ofrece lecciones, verdades universales que nos enseñan los aspectos básicos del amor, el miedo, el tiempo, el poder, la pérdida, la felicidad, las relaciones y la autenticidad. Si hoy no somos felices no es debido a las complejidades de la vida, sino a que echamos de menos su sencillez fundamental. El verdadero reto consiste en encontrar en esas lecciones su puro significado. Muchos de nosotros creemos que sabemos algo sobre el amor, pero en realidad no nos llena porque no es amor de verdad, sino una sombra oscurecida por el miedo, las inseguridades y las expectativas. Estamos todos juntos en el mundo, pero nos sentimos solos, desamparados y avergonzados.

Cuando nos enfrentamos a lo peor que puede ocurrir en una situación, crecemos. Cuando las circunstancias están en su peor momento, sacamos lo mejor de nosotros mismos. Y cuando encontramos el significado verdadero de esas lecciones, descubrimos vidas felices y significativas. No perfectas, pero sí auténticas, porque viviremos la vida en profundidad.

Quizá la lección primera y menos obvia sea ésta: ¿Quién aprende esas lecciones? ¿Quién soy yo?

A lo largo de la vida nos formulamos, una y otra vez, estas preguntas. Estamos seguros de que, entre el nacimiento y la muerte se produce una experiencia que llamamos vida. Pero ¿somos la experiencia o el experimentador? ¿Somos nuestro cuerpo, nuestros defectos, la enfermedad que padecemos?¿Somos una madre, un banquero, una oficinista o un hincha deportivo?¿Somos un producto de nuestra educación? ¿Podemos cambiar y ser todavía nosotros mismos o estamos esculpidos en piedra?

Lo cierto es que no somos ninguna de estas cosas. Sin duda, tenemos defectos, pero no somos nuestros defectos. Puede que padezcamos una enfermedad, pero no somos ese diagnóstico. Quizá seamos ricos, pero no somos nuestra solvencia. Y tampoco somos nuestro currículum vital, nuestro barrio, nuestras calificaciones, nuestros errores, nuestro cuerpo, los papeles que desempeñamos ni nuestros títulos. Hay una parte de nosotros que es indefinible e invariable; una parte que no se pierde ni cambia con la edad, la enfermedad o las circunstancias. Existe una autenticidad con la que nacemos, vivimos y morimos. Somos sencilla, maravillosa y plenamente nosotros.

Cuando observamos a las personas que luchan y afrontan una enfermedad, nos damos cuenta de que para averiguar quiénes somos tenemos que despojarnos de todo lo que no somos realmente. Cuando observamos a los moribundos, ya no vemos esos defectos, errores o enfermedades a los que antes prestábamos atención. Los vemos sólo a ellos, porque al final de la vida son más auténticos, más sinceros y más ellos mismos, como los niños.

Pero ¿A caso sólo podemos ver quiénes somos en realidad al principio o al fina de nuestra vida? ¿A caso sólo las circunstancias extremas revelan las verdades comunes y, fuera de esos momentos, somos ciegos a nuestro ser genuino? Ésta es la lección clave de la vida: descubrir nuestro ser auténtico y hallar la autenticidad en los demás.

En una ocasión, alguien  preguntó a Miguen Ángel, el gran artista del Renacimiento, cómo creaba esculturas como, por ejemplo, la Pietà o el David. Él respondió  que simplemente imaginaba la estatua en el interior del bloque de mármol y eliminaba lo que sobraba hasta revelar lo que siempre había estado allí. Aquellas maravillosas estatuas, ya creadas y presentes desde siempre, sólo esperaban a ser reveladas. Lo mismo ocurre con la gran persona que aguarda en nuestro interior para salir a la luz. Todos tenemos la semilla de la grandeza. Las grandes personas no poseen algo de lo que los demás carezcamos; sencillamente, se han despojado de muchas de las cosas que se interponían en el camino de su mejor forma de ser.

Por desgracia, nuestros dones innatos se encuentran con frecuencia ocultos bajo las capas de máscaras y los roles que hemos asumido. Roles como los de padre o madre, trabajadores, pilares de la comunidad, cínicos, entrenadores, inadaptados, animadores, buenas personas, rebeldes o hijos amorosos que cuidan a su padre enfermo, que pueden convertirse en rocas que cubren nuestro verdadero ser.

Algunas veces, los roles nos son impuestos:<<Espero que estudies mucho y llegues a ser médico>>, <<Compórtate como una dama>>, <<Si espera usted progresar en esta empresa, tendrá que ser eficiente y diligente>>.

En otras ocasiones asumimos ciertos roles con entusiasmo porque son,  o nos lo parecen, útiles, edificantes o lucrativos: <<Mamá siempre lo hacía así, o sea que debe ser una buena idea>>,<<Todos los guías de Boy Scouts son nobles y sacrificados, así que yo también lo seré>>, <<En el colegio no tengo amigos, pero los chicos populares practican el surf, de modo que yo también lo practicaré>>.

A veces adoptamos roles nuevos de forma consciente o inconsciente, cuando las circunstancias cambian y nos vemos perjudicados por el resultado.  Supongamos por ejemplo que una pareja dice: <<Todo era maravilloso antes de casarnos. Cuando lo hicimos, nuestra relación dejó de funcionar>>. Al principio, los miembros de esta pareja eran simplemente ellos mismos, pero cuando se casaron adoptaron los roles que les habían enseñado. Intentaron ser un esposo y una esposa. En algún lugar del subconsciente tenían una idea de cómo debían ser un esposo y una esposa y actuaron conforme a esa idea en lugar de ser ellos mismos y descubrir qué clase de cónyuge querían ser. O, como un hombre explicó: <<Yo era bueno en mi papel de tío, pero me siento decepcionado por mi actuación como padre>>. Como tío se relacionaba con sus sobrinos desde el corazón, pero cuando se convirtió en padre, creyó que tenía un rol específico que asumir. Sin embargo, ese rol se interpuso en su camino de ser él mismo de una forma auténtica.

 

EKR

 

No siempre resulta fácil descubrir quiénes somos en realidad. Como muchas personas sabrán, mis hermanas y yo somos trillizas. Cuando era pequeña, a los trillizos se los vestía igual, se les compraban los mismos juguetes, realizaban las mismas actividades, etcétera. La gente incluso los trataba no como a individuos, sino como a un grupo. En el colegio no importaba lo buenas estudiantes que fuéramos. Pronto aprendí que, me esforzara o no, las tres siempre conseguíamos un simple aprobado. Quizás una de nosotras había  obtenido un sobresaliente y otra un suspenso, pero los profesores siempre nos confundían, de modo que era más seguro aprobarnos a las tres. A veces, cuando me sentaba en las rodillas de mi padre, sabía que él no estaba seguro de cuál de las tres era yo. ¿Pueden imaginarse lo que eso significa para la propia identidad? Ahora sí sabemos lo importante que es reconocer al individuo y sus diferencias respecto a los demás. Hoy en día, los nacimientos múltiples se han convertido en una rutina, pero los padres ya saben que no se debe vestir y tratar a todos los hijos del mismo modo.

El hecho de ser trilliza influyó en mi búsqueda de la autenticidad. Siempre he intentado ser yo misma, incluso cuando serlo no era lo más popular. En mi opinión, nada justifica ser un farsante.

A lo largo de la vida, y a medida que he aprendido a ser yo misma, he desarrollado la facultad de reconocer a las personas que también lo son. A esa facultad la llamo <<oler a los demás>>. Para saber si alguien es auténtico o no,  tienes que olerlo con todos los sentidos. He aprendido a oler a las personas en cuanto las conozco, y si huelen a auténticas les hago una señal para que se acerquen a mí; si no, les envío una señal para que se alejen. Cuando se trabaja con moribundos, se desarrolla un agudo sentido del olfato de lo auténtico.

Ha habido épocas en que la falta de autenticidad no siempre me resultaba evidente; en otras ocasiones no he tenido ninguna duda. Por ejemplo, muchas personas quieren parecer agradables y me acompañan a las conferencias e incluso empujan mi silla de ruedas hasta la tarima, pero después muchas veces me cuesta encontrar ayuda para volver a casa. Me he dado cuenta de que estas personas me utilizan para inflar su ego. Si en realidad fueran agradables y no sólo interpretaran ese papel, se preocuparían de que regresara a casa sin problemas.

 

La mayoría de nosotros adoptamos muchos roles a lo largo de nuestra vida. Hemos aprendido a cambiar de rol, pero con frecuencia no sabemos cómo actuar sin ellos. Los roles que asumimos, como los de cónyuges, padres, jefes, buenas personas, rebeldes, etcétera, no son necesariamente malos y nos proporcionan modelos útiles que podemos seguir en situaciones que nos resultan desconocidas. Nuestra labor consiste en distinguir los roles que actúan a nuestro favor de los que no lo hacen. Es como ir quitándole las distintas capas a una cebolla. Y como ocurre cuando pelamos una cebolla, puede provocarnos alguna lágrima.

Por ejemplo, puede resultar doloroso reconocer la negatividad que hay en nosotros y encontrar las formas de exteriorizarla. Todos tenemos el potencial de ser desde un Gandhi a un Hitler. A la mayoría no nos gusta pensar que albergamos a un Hitler en nuestro interior, y no queremos ni oír hablar de ello. Sin embargo,  todos tenemos un lado negativo o un potencial de negatividad y negarlo es lo más peligroso que podemos hacer. Resulta inquietante encontrarse con personas que niegan por completo el aspecto potencialmente oscuro de su ser. Algunas personas insisten en que no son capaces de tener pensamientos o realizar acciones negativos de verdad. Admitir que tenemos la capacidad de ser negativos resulta esencial. Una vez aceptado este hecho, podemos trabajarlo y liberarnos. Además conforme aprendemos nuestras lecciones arrancamos capas de roles y vamos encontrando cosas de las que no nos sentimos orgullosos. Esto no significa que lo que somos, nuestra esencia, sea mala, sino que llevábamos una máscara que no reconocíamos. Si en algún momento descubrimos que no somos personas superagradables, es hora de desprendernos de esa imagen y de ser quien realmente somos, porque ser agradable en todos los momentos de la vida es de farsantes. Muchas veces, el péndulo deberá oscilar hasta el otro extremo (y entonces nos convertimos en personas de mal genio) para que pueda volver al punto medio, donde descubrimos quiénes somos en realidad: alguien a quien la compasión convierte en agradable en lugar de una persona que da para obtener algo a cambio.

Resulta todavía más difícil liberarse de los mecanismos de defensa que nos ayudaron a sobrevivir durante la infancia y que pueden actuar en nuestra contra cuando ya no los necesitamos. Una mujer aprendió, cuando era niña, a aislarse de su padre alcohólico. Sabía que cuando la situación la superaba lo mejor era alejarse y salir de la habitación. Ése era el único medio del que aquella niña de seis años disponía cuando su padre estaba borracho y gritaba. Esa forma de actuar la ayudó a sobrevivir durante una infancia difícil, pero ahora que es madre ese aislamiento es perjudicial para sus hijos. Debemos liberarnos de los recursos que ya no nos sirven. Debemos darles las gracias y dejarlos ir. En algunos casos sentiremos pena por aquella parte de nosotros que nunca llegará a ser. Aquella madre tuvo que llorar la pérdida de aquella infancia normal que nunca experimentó.

A veces obtenemos muchas cosas con los roles que representamos, pero con frecuencia nos damos cuenta al llegar a la madurez de que tienen un coste. Además, a partir de cierto momento el coste resulta insoportablemente alto. Muchas personas no se dan cuenta, hasta bien entrada la edad adulta, de que han sido siempre los cuidadores y pacificadores de su familia. Cuando lo comprenden, se dan cuenta de que, en efecto, son buenas personas, pero que con su familia lo han sido en forma exagerada. De una manera inconsciente asumieron la responsabilidad de que sus padres y hermanos fueran siempre felices: terminaban con todas las peleas, les prestaban dinero y les ayudaban a conseguir empleo. Llega un momento en que nos damos cuenta de que no somos el pesado rol que representamos, y dejamos de asumirlo. Seguimos siendo buenas personas, pero ya no nos sentimos obligados a procurar que todo el mundo sea feliz.

Lo cierto es que algunas relaciones no funcionan. Los desacuerdos y las decepciones tienen que existir. Si nos sentimos responsables de la solución de todos los problemas, pagaremos un alto precio, porque esa labor es imposible de realizar.

 

¿De qué forma responderemos ante nuestro nuevo ser?

?                    Quizá nos demos cuenta de que el rol que representábamos constituía una ardua tarea y que es estupendo no sentirse responsable de la felicidad de todo el mundo.

?                    Quizá nos demos cuenta de que engañábamos a los demás y que los manipulábamos para que sintieran más aprecio por nosotros siendo agradables con ellos.

?                    Quizá nos demos cuenta de que somos estupendos simplemente siendo nosotros mismos.

?                    Quizá nos demos cuenta de que nuestras acciones provenían del miedo: miedo a no ser buenos, miedo a no ir al cielo,  miedo a no gustar a los demás.

?                    Quizá nos demos cuenta de que utilizábamos el rol para ganar premios, para ser amados y admirados por todo el mundo, y veamos que sólo somos humanos, como los demás.

Quizá nos demos cuenta de que es bueno para las otras personas tener problemas, pues ellas también están en el camino de descubrir quiénes son.

Quizá nos demos cuenta de que les hacíamos débiles para sentirnos más fuertes.

Quizá nos demos cuenta de que nos fijábamos en sus problemas para evitar pensar en los nuestros.

 

La mayoría de nosotros no ha cometido actos delictivos; aún así todos tenemos que enfrentarnos a las partes más oscuras de nuestra personalidad. El blanco y el negro son evidentes, pero son las zonas grises, como los roles de buena persona, víctima, mártir o el aislamiento, las que, con frecuencia, escondemos y negamos. Estos roles son las zonas grises de nuestra parte oscura. No podemos enfrentarnos a la negatividad profunda si no admitimos que tenemos aspectos negativos. Si reconocemos todos nuestros sentimientos, podemos convertirnos en <<yos>> completos.

Quizá lamentemos la pérdida de esos roles, pero nos sentiremos mejor porque seremos nosotros mismos de un modo más genuino.

Nuestro ser es eterno, nunca ha cambiado ni lo hará.

Nuestro ser es mucho más que nuestras circunstancias, ya sean magníficas o mediocres; no obstante, solemos definirnos en función de las circunstancias. Si tenemos un día estupendo (hace buen tiempo, la bolsa ha subido, el coche está limpio, los niños han sacado buenas notas y la cena y el espectáculo han sido agradables) sentimos que somos personas maravillosas. Si no es así, sentimos que no valemos nada. Nos movemos con la marea de los acontecimientos: algunos podemos controlarlos y otros no, pero nuestro ser es mucho más invariable que todo eso. Nuestro ser no puede definirse por los hechos de este mundo o nuestros roles. Eso son ilusiones, mitos que no nos hacen bien. Detrás de todas nuestras circunstancias, de todas nuestras situaciones, hay una gran persona. Descubrimos nuestra verdadera grandeza y esencia cuando nos liberamos de ese remedo de identidad y encontramos nuestro verdadero ser.

A menudo nos definimos en función de los demás. Si los otros están de mal humor, nos deprimimos; si ven que nos equivocamos, nos ponemos a la defensiva. Pero nuestro verdadero ser está más allá del ataque y la defensa. Somos seres completos y valiosos, ya seamos ricos o pobres, viejos o jóvenes, merezcamos una medalla olímpica o estemos iniciando o terminando una relación. Tanto si estamos al principio de la vida como al final, en la cima de la fama o en las simas de la desesperación, siempre somos la persona que hay detrás de nuestras circunstancias. Somos lo que somos, no nuestras enfermedades ni lo que hacemos. La vida consiste en ser, no en hacer.


DK

Le pregunté a una mujer que se estaba muriendo:

--¿Quién eres ahora?

Ella me respondió:

--Siempre me he sentido tan normal desempeñando mis roles que tenía la sensación de que mucha gente podría haber vivido mi vida: nada hacía que fuera diferente a la de los demás.

>>Gracias a mi enfermedad me he dado cuenta de algo muy revelador: sé que soy una persona única. Nadie ha visto o experimentado el mundo del mismo modo que yo, y nadie lo hará. Desde el principio de los tiempos hasta el final, no habrá nadie como yo.

Esto era cierto para ella como para todos nosotros. Nadie experimenta el mundo del mismo modo. Todos vivimos historias distintas y nos ocurren cosas distintas. Nuestro ser es único más allá de lo comprensible. Pero hasta que no descubrimos quiénes somos en realidad, no podemos celebrar nuestra singularidad.

 

Muchas personas padecen graves crisis cuando se dan cuenta de que no saben quiénes son realmente.

Además, empezar a averiguarlo constituye una tarea sobrecogedora. Descubren que no saben reaccionar ante las circunstancias de un modo genuino en lugar de hacerlo como creen que deberían.

Algunas personas, cuando se enfrentan a diagnósticos que pueden significar la muerte, tienen que averiguar, por primera vez, quiénes son. Ante la pregunta de quién se está muriendo, surge la respuesta de que una parte de nosotros no muere, sino que continúa, como siempre lo ha hecho. Cuando caemos enfermos y ya no podemos ser la cajera, el viajante, la doctora o el entrenador deportivo, tenemos que formularnos una pregunta importante:<<Si no soy estos roles, entonces ¿quién soy?>> Si ya no somos la chica maja de la oficina, el tío egoísta o el vecino voluntarioso, ¿quiénes somos?

Para descubrirnos, ser auténticos con nosotros mismos y averiguar lo que queremos y no queremos hacer, tenemos que confiar en nuestras propias experiencias. Debemos hacer las cosas porque nos proporcionan paz y alegría, desde el trabajo que desempeñamos hasta las ropas que vestimos. Si hacemos algo para que los demás nos valoren, es que nosotros no nos valoramos. Resulta sorprendente lo mucho que nos regimos por lo que creemos que debemos hacer y no por lo que queremos hacer realmente.

De vez en cuando debemos concedernos un capricho que normalmente reprimimos o hacer algo raro o nuevo. Probablemente aprendamos algo sobre quiénes somos. O podemos preguntarnos qué haríamos si nadie nos mirara, si pudiéramos hacer lo que quisiéramos sin consecuencias. ¿Qué haríamos? Nuestra respuesta nos revelará mucha información sobre quiénes somos o, al menos, sobre qué hay en nuestro camino. Es posible que nuestra respuesta apunte a una creencia negativa acerca de nosotros mismos, o a una lección que debemos aprender antes de descubrir nuestra esencia.

Si nuestra respuesta es que robaríamos, es probable que tengamos miedo de no tener lo suficiente.

Si nuestra respuesta es que mentiríamos, es probable que no nos sintamos seguros diciendo la verdad.

Si nuestra respuesta es que amaríamos a alguien a quien no amamos en la actualidad, es posible que tengamos miedo a amar.

 

Durante las vacaciones yo siempre corría de un lado para otro. Me levantaba temprano y, durante el día, visitaba tantos lugares y hacía tantas cosas como me era posible y regresaba al hotel avanzada la noche, agotado. Cuando me di cuenta de que aquello no me divertía, de que siempre estaba en tensión, me pregunté qué es lo que haría si nadie me viera. La respuesta fue que dormiría hasta tarde, visitaría algunos lugares de interés a ritmo pausado y me sentaría en una playa o una terraza al menos una hora al día, para leer un buen libro o, simplemente, no hacer nada. El rol de turista entusiasta que lo vista absolutamente todo, no era yo. Lo hacía porque creía que debía hacerlo, pero me sentí mucho más feliz cuando me di cuenta de que me divertía y aprendía más si combinaba el turismo con el descanso.

¿Qué haríamos si nuestros padres, la sociedad, el jefe o el profesor no estuvieran cerca? ¿Cómo nos definiríamos a nosotros mismos? ¿Quién hay detrás de todas esas circunstancias? Ése es nuestro verdadero yo.

 

Cuando tenía sesenta años, Tim, padre de tres hijas, sufrió un ataque al corazón. Había sido un buen padre para sus hijas, ya mayores, a las que había educado él solo. Tras sufrir el infarto, examinó su vida:

<<Me he dado cuenta de que no sólo mis arterias se han endurecido –me explicó—

sino que yo también lo he hecho. Me endurecí años atrás cuando mi mujer murió. Tenía que ser fuerte y quería que mis hijas también lo fueran, así que fui duro con ellas. Pero ahora mi tarea ha terminado. Tengo sesenta años, mi vida pronto llegará a su fin y ya no quiero ser duro nunca más. Quiero que mis hijas sepan que tienen un padre que las quiere muchísimo>>.

En la habitación del hospital, Tim habló a sus hijas del amor que sentía por ellas. Ellas siempre habían sabido que las quería, pero la ternura que mostró su padre hizo que se les saltaran las lágrimas. Tim sentía que ya no tenía que ser el padre que creía que debía ser o que tuvo que ser en el pasado, sino que podía ser la persona que era en su interior.

No todos somos genios como Einstein o grandes atletas como Michel Jordan, pero <<si eliminamos lo que sobra>> todos podemos ser brillantes de un modo u otro, según los dones que tengamos.

Nuestro verdadero ser el amor más puro, la perfección más auténtica. Estamos aquí para sanarnos a nosotros mismos y para recordar quiénes hemos sido siempre: la luz que nos guía en la oscuridad.

La búsqueda de quiénes somos nos lleva a la tarea que debemos realizar, a las lecciones que tenemos que aprender. Cuando nuestro ser interior y exterior son uno, ya no necesitamos escondernos, temer o postergarnos a nosotros mismos. Nos vemos como algo que va más allá de nuestras circunstancias.

 

Una noche, ya tarde, hablaba con un hombre en un centro para enfermos desahuciados. Padecía una esclerosis lateral amiotrófica (o enfermedad de Lou Gehrig).

--¿Qué parte de esta experiencia le resulta más dura? –le pregunté--. ¿La hospitalización? ¿La enfermedad?

--No—me respondió--.La parte más dura es que todo el mundo piensa en mí en tiempo pasado. Como alguien que una vez existió. Pero no importa lo que le ocurra a mi cuerpo: siempre seré una persona completa. Hay una parte de mí que es indefinible e invariable; una parte que no perderé y que no desaparecerá ni con la edad ni con la enfermedad. Hay una parte de mí a la que me aferro, que es quien realmente soy y siempre seré.

Aquél hombre había descubierto que la esencia de su ser era mucho más que lo que le sucedía a su cuerpo, el dinero que había atesorado o los hijos que había criado. Somos lo que queda tras quitar todos nuestros roles. Dentro de nosotros hay un potencial de bondad que supera nuestra imaginación, de entrega que no espera compensación, de escucha que no emite juicios, de amor incondicional. Ese potencial es nuestro objetivo. Podemos alcanzarlo llevando a cabo grandes acciones y también pequeñas acciones diarias. Muchas personas que cambiaron debido a una enfermedad y querían ayudar a otros a cambiar, han trabajado en su crecimiento personal, y ahora, camino de completar sus asuntos pendientes, están en situación de ser una luz para los demás.

Ser quienes somos significa honrar la integridad de nuestra identidad humana. Y eso puede incluir aquellas partes oscuras que con frecuencia tratamos de ocultar. En ocasiones creemos que sólo nos atrae lo bueno, pero de hecho nos atrae lo auténtico. Nos gustan más las personas que son auténticas que las que ocultan su verdadero ser tras capas de bondad artificial.

 

EKR


Hace unos años, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago, tuve la suerte de ser elegida profesora favorita. Se trata de uno de los mayores honores que los profesores pueden recibir, pues a todos nos gusta que los alumnos nos valoren. Cuando anunciaron que yo había ganado el premio, todo el mundo fue muy amable conmigo, como era habitual. Pero nadie me comentó nada del premio y percibí que había algo detrás de sus sonrisas, algo que no explicaban. Al final del día recibí en mi despacho un espléndido ramo de flores de parte de uno de mis colegas, un psiquiatra infantil. La tarjeta decía: <<Me muero de envidia, pero aún así, te felicito>>. A partir de aquel momento supe que podía confiar en aquel hombre. Lo quise por ser tan real, tan auténtico. Siempre sabría a qué atenerme con él y me sentiría segura a su lado, pues mostraba su verdadero ser.

 

Ser quienes somos de un modo perfecto incluye ser sinceros sobre nuestros aspectos oscuros, sobre nuestras imperfecciones. Nos sentimos cómodos cuando sabemos quién es la persona con la que estamos, y resulta igualmente importante aprender la verdad sobre nosotros mismos, sobre quiénes somos.

Un hombre me explicó la historia de su abuela, que enfermó a punto de cumplir los ochenta años.

<<Me costaba mucho dejarla marchar –me contó--.Al final, me reuní el valor suficiente para decirle que no quería perderla. Sé que parece egoísta, pero es así como me sentía. “Querido nieto –me dijo--, me siento completa y mi vida ha sido plena. Sé que ahora no me ves llena de vida, pero te aseguro que he vivido mi viaje con mucha intensidad. Somos tartas: damos un pedazo a nuestros padres, otro a nuestra pareja, otro a nuestros hijos y otro a nuestra profesión. Al final de la vida, algunas personas no han guardado un trozo para ellas mismas y ni siquiera saben qué clase de tarta son. Yo sí lo sé. Es algo que todos descubrimos por nosotros mismos. Y puedo abandonar esta vida sabiendo quién soy”.

<<Cuando oí las palabras “Sé quien soy”, pude separarme de ella. Gracias a aquellas palabras lo conseguí. ¡Sonaba tan completo! Le dije que cuando me llegara el momento de morir esperaba ser como ella y saber quién era yo. Ella se inclinó hacia delante, como si fuera a contarme un secreto, y me dijo: “No tienes que esperar a morirte para descubrir qué clase de tarta eres”>>.


DEL LIBRO:


LECCIONES DE VIDA

Lecciones de amor, de coraje, de sinceridad…

Ahora es el momento de aprenderlas

Elisabeth Kûbler-Ross

David Kessler
 
Visita mi web site: www.consuelodelahidalga.com

sábado, 22 de marzo de 2014

Del libro del mismo nombre de Jorge Bucay


EL CAMINO DE LA AUTODEPENDENCIA



Jorge Bucay.

Colección HOJAS DE RUTA.

OCEANO. Del nuevo extremo.


Llegar con bien a nuestro destino final, es nuestro desafío.

Hay cuatro caminos que forman parte de todas las rutas trazadas. Caminos que es imprescindible aprender para acceder al último tramo.

Cuatro caminos inevitables :

1º.  El camino del Encuentro con uno mismo : Autodependencia.

2º.  El camino del Encuentro con otro : Camino del Encuentro.

3º.  El camino de las Pérdidas y Duelos : Camino de las Lágrimas.

4º.  El camino de la Búsqueda del Sentido : Camino de la Felicidad.

            El mapa nunca es el territorio;  habrá que ir corrigiendo el recorrido en base a nuestra experiencia.

 

Dependencia


            Dependiente es aquél que cuelga de otro. Que vive suspendido en el aire, como adorno que lleva colgando.  El dependiente es alguien que está cuesta abajo, incompleto, sin resolución.

            Depender significa entregarme voluntariamente a otro que me lleve y me traiga según su voluntad  no la mía.

         Imbécil : im = con,  báculo = bastón;  el que se apoya en los demás.


            Justificar la dependencia es avalar la imbecilidad.

            Según Fernando Savater, existen distintas clases de imbéciles:

Los imbéciles intelectuales :¿Cómo soy? ¿Qué tengo que hacer? ¿A dónde tengo que ir? ¿Tú que harías en mi lugar?


Los imbéciles afectivos : Dependen del amor  y halagos de los otros.  Vivir para ser amados; no vivir para confirmarlo.


            Esta tendencia existe más en el hombre que en la mujer.  La mujer cuando es más imbécil , lo es en los hechos más prácticos, no afectivos.  95% de los hombres divorciados buscan otra mujer y la mujer se independiza o vive con sus hijos y busca la relación de vez en cuando.
 

Los imbéciles morales : Buscan aprobación para tomar sus decisiones.

            Si se agudizan estos modelos o alguno de ellos, el vínculo patológico sería ‘condicionar’ , es decir, ser codependientes.  Codependientes son aquellos adictos cuya “droga” es un determinado tipo de personas o una en particular.  Como cualquier adicción, si se viera bruscamente privado de ella, caería en un grave ‘cuadro de abstinencia’. Puede caer en actos irracionales.
            La codependencia es el grado superlativo de la dependencia enfermiza.  La adicción queda escondida detrás de la valoración amorosa y la conducta dependiente se incrusta en la personalidad; como la idea <<no puedo vivir sin ti>>.
            La verdad es que siempre puedo vivir sin el otro.  –Es aterrante la idea de que soy imprescindible en su vida—eso es manipulación.
            El amor aquí se vuelve la excusa que utilizo para volverme adicto.
            El codependiente no ama. : necesita, reclama, depende; pero no ama.

AYUDAR AL OTRO A QUE LO SUPERE…

LA DIALECTICA :
<<Me encantaría que la gente que yo quiero me quiera;  si no me quiere, que se vaya.  No quiero estar al lado de quien no quiere estar conmigo.  Esto es doloroso, pero ya no hay engaño ni autoengaño>>.
Antonio Porchia dice “Han dejado de engañarte, no de quererte, y sufres como si hubieran dejado de quererte”
Todos quisiéramos  evitar la dolorosa frustración de no ser queridos y nos volvemos:
PRIMERO : Neuróticamente manipuladores.
SEGUNDO : Me transformo en una necesidad para tí.
TERCERO : Me vuelvo tu proveedor selectivo : te complazco en todo e intento que dependas de mí.  La adicción : reemplazo mi deseo de ser querido por el deseo de ser necesitado, (se parecen).
CUARTO : Intento que me tengas lástima (también se parece a ser querido); hacerse víctima.
QUINTO: Al no soportar tu indiferencia, trato de conseguir que me odies.
SEXTO : Si no, trato de que me tengas miedo. Miedo a lo que me puedas hacer o a lo que yo pueda hacerme.
Cuando la búsqueda de tu mirada se transforma en dependencia, el amor se transforma en una lucha por el poder.

LA CURA PARA LA CODEPENDENCIA ES : ABANDONAR TODA DEPENDENCIA.

            Hay dos alternativas:
            1ª. No es la mejor, pero puede funcionar : LA INTERDEPENDENCIA.
            2ª. La más difícil es la AUTODEPENDENCIA.
           
            Hay dos grandes grupos de matrimonios:
            1º.  Los que desean ser elegidos para siempre…
            2º.  Los que nos gusta ser elegidos todos los días…donde cada uno sienta que cada día vuelve a elegir; no por las mismas razones, pero te vuelvo a elegir.
            La mejor opción es la INDEPENDENCIA.  Es imposible, porque para ser independiente hay que ser autosuficiente. Sí necesitamos de los otros.

SIGNIFICADO

Nuestros hijos van a tener problemas que nosotros nunca tuvimos.
Nosotros les enseñamos la rebeldía.
La vida del ser humano está dividida en tres partes :
·         Preparar el terreno
·         Crecimiento o Expansión
·         Cosechar
 
Hacernos cargo de nuestro propio niño :  AUTODEPENDENCIA.
Si yo le pido algo a alguien y no quiere dármelo, entonces busco a alguien más.

AUTODEPENDENCIA es saber que no necesito de los otros, pero que sólo me tengo a mí mismo y así seguiré buscando hasta encontrar lo que necesito.  AUTODEPENDER significa establecer que no soy omnipotente, que me sé vulnerable y que estoy a cargo de mí.

            Soy el protagonista de mi propia vida : pero no soy el único actor.  Soy aquél  de quien dependen mis propias cosas pero no soy autosuficiente;  por tanto no puedo estructurarme una vida independiente.

         La propuesta es que yo me responsabilice,

         Que me haga cargo de mí, que yo termine

         Adueñándome para siempre de mi vida.

           
Necesito, pero mientras yo tenga la llave, nunca estoy encerrado.
Me sé dependiente, pero me hago cargo de esa dependencia.
Autodependencia, sinónimo de salud mental.
No rompo con lo que me gusta, sin embargo no hago que a los otros les guste lo mío.
 
Autodependencia significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas:

QUIEN SOY, A DÓNDE VOY Y CON QUIEN

            Cuidado con tratar de decidir a dónde voy según con quien estoy.
            Cuidado con definir quién soy a partir de quien me acompaña.
            No puedo definir mi camino desde el tuyo y no puedo definirme a mí por el camino que estoy recorriendo :  Soy yo el que debe definir primero : QUIEN SOY!
            Esto determina la diferencia entre :

SER HUMANO (nacemos), INDIVIDUO (experiencia + historia personal) PERSONA(asumir consecuencias).
            Individuo = indiviso, único, especial.
            El proceso de crecimiento implica tomar consciencia de la interacción entre ese temperamento y la realidad para transformar mi manera de ser en una manera particular de ser, una manera individual de ser.  Nos vamos sabiendo diferentes, vamos dejando de parecernos a los otros.
            Separarse, discriminarse, diferenciarse del afuera = ser individuo.  Aún no alcanza a ser persona.  Pocos individuos llegan a ser personas.  Para llegar a ser personas es necesario asistir y padecer un proceso : Es doloroso, implica renuncias, adquisiciones y mucho trabajo personal.

         PARA AUTODEPENDER, VOY A TENER QUE PENSARME A MÍ COMO EL CENTRO DE TODAS LAS COSAS.

            Autodependencia es un espacio que tiene que ver con cierta ingratitud.
            La gente autodependiente no es manipulable y si no se deja manipular es detestable.
            Autodependencia  es :
·         puedo pedirte ayuda, pero dependo de mí mismo
·         mi YO adulto se hace cargo de mi YO niño ( mis partes maduras de mis aspectos más inmaduros )
·         no tengo miedo de mi autoabandono
·         sufrir es autoabandonarme : buscar la dependencia.
Cuando tomo conciencia de que me tengo, entonces puedo buscar a otro.
Hay que ver qué me permito…
Permisos inherentes a “ser persona” según Virginia Satir :
1º. Ser quien soy
2º. Sentir lo que siento
3º. Pensar lo que pienso y decirlo o callarlo
4º. Correr riesgos aceptando pagar yo mismo los precios
5º. Buscar lo que necesito del mundo. No espero a que me llegue.
Persona es la figura auténtica que está detrás del personaje.
El amor concede, fomenta que aquellos a quienes yo amo transiten también por espacios cada vez menos dependientes.  Este es el verdadero amor, el amor para el otro, el amor que tiene que ver con la alegría de que existas.
 
Depender, tiene tres ‘para qué’s:
·         no asumir responsabilidades
·         que me protejan
·         poder echarte la culpa
Detrás está el miedo al rechazo.
Una persona inmadura es aquélla que todavía no ha terminado su proceso de convertirse en persona.
El proceso de convertirse en persona se termina únicamente cuando uno muere.  Siempre estamos creciendo. Cuando nos volvemos más conscientes de nosotros mismos vivimos, aprendemos, vivimos y maduramos, vivimos y crecemos.
En India dicen ‘el ser humano es un dios en desarrollo’; un fruto que aún no ha madurado, que cuando esté maduro va a ser un dios.
Despertamos no a través de la palabra de otro, sino a través de un proceso de identificación : algo que vemos o vivimos nos empuja a darnos cuenta de :
¿Cómo estamos viviendo?
¿Cómo usamos nuestro tiempo?
¿Cómo estamos disfrutando?
¿Qué o quien nos hace sentirnos oprimidos?
¿Tiene sentido nuestra vida?
No hay situaciones donde uno no pueda elegir!
Nuestra participación en la vida no sólo es posible sino inevitable.  Somos cómplices obligados de todo lo que sucede, porque siempre estamos eligiendo.
El camino de la autodependencia es el camino de hacerme cargo de mí mismo. Para recorrerlo hace falta:
·         estar en condiciones
·         saberse equipado
·         y tomar la decisión
·         no hay donde prepararse para el camino
·         vamos descubriendo nuestras condiciones a medida que lo recorremos
·         vamos mejorando el equipo a medida que avanzamos
·         vamos solidificando la decisión mientras más camino dejamos atrás
 

CONDICIÓN

            El día en que uno llega a verse a sí mismo, toda la existencia se ilumina.
            Permite que tu corazón sepa que eres perfecto : un Buda floreciendo; potencialmente capaz de convertirte en uno, sólo hay que poner las cosas en orden, ser un poco más consciente.
Lo primero es el amor por uno mismo = sano egoísmo que abarca la autoestima, la autovaloración y la consciencia de orgullo de SER QUIEN SOY.
Al complacer a alguien lo hago por mí.
Donde terminan las libertades individuales depende del lugar de donde uno parta.
El amor por los otros se genera y se nutre, empieza por el amor hacia uno mismo : posibilidad de verme en el otro.
Con respecto al amor : nunca me vacío cuando amo.  Nos quedamos sin la posibilidad de amar a los otros cuando nos amamos a nosotros mismos.
Saberme, liberarme y quererme ¿no me deja al margen de la solidaridad?
Hay dos tipos de solidaridad (maneras de ayudar al prójimo) :

 

DE IDA : ayudo al otro porque veo que sufre y me da miedo que me pase a mí lo mismo.  Una ayuda desinteresada que realizo para mí, no para el otro (como solidaridad culposa)  “Qué suerte que eres tú y no
 
 

yo.  O busco dar porque a cambio me llegará el doble : “Hoy por ti, mañana por mi”

           
Cuando yo se que puedo dar o no dar, conquisto la autodependencia.

DE VUELTA:  descubro que mi valor no depende de la mirada de afuera. Descubro el amor con el placer de compartir. Me encuentro con los otros no para mendigarles aprobación. Me encuentro con alguien que sufre y me encuentro con el placer de dar. Doy por el placer que me da a mí dar.

           
           

EQUIPAMIENTO

            “Discriminación”  =  consciencia de otredad.  Distinguirnos de los otros que no son yo (entre YO y el NO YO). Que tú eres quien eres y yo soy quien soy.  Que somos muy diferentes = consciencia de otredad o capacidad de AUTODISCRIMINARSE.
            Aprendemos a través de un proceso de maduración : es doloroso “darse cuenta”. A diferenciarnos de los demás; que hay un adentro y un afuera, entre fantasía y realidad; a tolerar la frustración.  Entre autodeterminación y el proceso de individuación.
            Al separarme, empiezo a construir “mi identidad”, mi self, mi yo.
            Aprendo a no confundirme con el otro.
            Discriminando, confirmo que soy yo y tú eres tú.  De ahí, el AUTOCONOCIMIENTO.
            Tomar consciencia de quien soy es mirar dentro de mí para poder reconocerme : saberse uno mismo; no lo que pienso o creo que soy.
            Hay diferencia entre ‘creer’ y ‘saber’  :  creo que sé  y sé (convicción). En las dos, puedo equivocarme pero la segunda opción es con convicción.

         <<El autoconocimiento es la convicción de saber que uno es como es>>

 
            Hay que mirarse en soledad : en los momentos más difíciles y en los más simples : mirar en mí lo mejor y lo peor.  También mirarme en los ojos de otros que también me miran al relacionarme con los demás.

         Para saber quién soy hace falta saber escuchar.

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