martes, 26 de agosto de 2014

La depresión noógena / logoterapia


Tipos de depresión: endógena, espiritual o noógena,...

 

Podemos encontrar distintos tipos de depresión agrupados bajo la categoría de trastornos afectivos...

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LA DEPRESION NOOGENA



La Logoterapia es un método terapéutico creado por Viktor E. Frannkl - 1.905-1.997 - catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena. Frankl completó su formación humanística después de la Segunda Guerra Mundial - en la que fue prisionero en varios campos de concentración - con un doctorado en Filosofía.

VIKTOR FRANKL

Escribió 28 libros. El más conocido es el que relata su experiencia vital. Lo tituló: "Un psicólogo en el campo de concentración" y que en nuestro idioma se titula " El hombre en busca de sentido".

La palabra griega Logos tiene varias acepciones. El significado que le da Frankl a este término es doble: "sentido" y "espíritu". Cuando lo emplea como sentido y como espíritu se refiere a la voluntad de descubrir y satisfacer la necesidad profundamente humana de vivir una vida con sentido. Esta vida con sentido es la consecuencia de experiencias con sentido. Su punto de partida se basa en una concepción antropológica integral que incluye lo biológico, lo psico-social y lo espiritual.

Con esa imagen estudia la situación del hombre de nuestro tiempo y encuentra en la búsqueda de sentido la más profunda tarea existencial del mismo.

Esta perspectiva difiere completamente de las bases en que se fundamentan las diferentes escuelas psicológicas que por lo general mantienen una postura psicosomática y social del ser humano. La ausencia de espiritualidad cercena lo más distintivo del hombre y de este modo queda únicamente atado a diferentes acondicionamientos, ya sean biológicos, psicológicos o socioeconómicos.

Para la Logoterapia ser persona significa sobre todo la facultad de ir más allá de todos los acondicionamientos porque lo esencial y más valioso de la existencia humana se encuentra en su propia autotrascendencia. La autotrascendencia es la capacidad de salir de uno mismo para volcarse - entregarse - a una tarea concreta que realizar, a una persona o grupo de personas a quienes amar o incluso para entregarse a un sufrimiento inevitable.

La logoterapia, sin dejar de lado lo biológico, lo psicológico ni lo social, inserta al ser humano en una dimensión superior: la esfera espiritual - o noética -.

La Logoterapia postula algunos principios fundamentales:

1.    La posibilidad real de alcanzar la libertad de la voluntad: el ser humano es único e irrepetible y está llamado a la libertad responsable.

2.    Voluntad de sentido. Más importante que la búsqueda de placer o de poder, la motivación principal del ser humano es descubrir el sentido de la vida.

3.    El sentido de la vida se logra viviendo los valores creativos - trabajo con voluntad de servicio - las vivencias - Amor - y las actitudes - incluso aceptando con esperanza el sufrimiento que nos llegue -.

4.    El sentido del sufrimiento, de la culpa y de la muerte.

¿Quién puede decir que no ha sufrido, que no se ha sentido culpable y que no morirá?. Todos lo seres humanos debemos enfrentar esta triada para nuestro crecimiento.

La dimensión espiritual es el hilo conductor de la Logoterapia, porque contiene todos los recursos del espíritu humano capaces de ser empleados por la persona para contrarrestar la enfermedad y los traumas que la vida conlleva. Estos recursos espirituales podemos resumirlos en:

·         Nuestra voluntad de sentido

·         Nuestra creatividad e imaginación.

·         Nuestra capacidad de Amar

·         Nuestra conciencia y autoconciencia

·         Nuestro sentido del humor -autodistanciamiento-

·         Nuestro compromiso, ideales y valores.

·         Nuestra responsabilidad y habilidad en la respuesta.

·         Nuestra capacidad de arrepentimiento, de compasión, de perdón.

·         Nuestro sentido de la finitud.

DIFERENTES TIPOS DE DEPRESION

" La carencia de un sentido vital desempeña un papel crucial en el desarrollo de las neurosis. En última instancia, hay que entender la neurosis como un sufrimiento del alma que no ha descubierto su significado. Aproximadamente una tercera parte de mis casos no padecen de ninguna neurosis clínicamente definible, sino de la falta de sentido y de propósito en sus vidas" - Carl Jüng-.

Podemos encontrar distintos tipos de depresión agrupados bajo la categoría de trastornos afectivos:

·         Endógena es la que proviene de "adentro", sin razón, que no tiene un origen externo. Es de orden biológico. Hay fallos en la neurotransmisión y están implicadas sustancias como la serotonina, la MAO, etc. No son desencadenadas por ningún acontecimiento externo. Simplemente se abalanza sobre la persona afectada. Por lo general presentan ciclos temporales regulares. La terapia con homeopatía y oligoelementos - Cobre-Oro-Plata y Litio- suele dar buenos resultados.

·         Reactiva frente a las adversidades . Generalmente coincide con un acontecimiento adverso en la vida, tal como la muerte de un ser querido, las desavenencias conyugales, los problemas económicos o de desempleo. No tienen un origen, sino una razón, especialmente una razón para estar triste. La depresión se instala como reacción a tal acontecimiento ingrato y bloquea la superación psíquica. La Logoterapia junto con homeopatía consigue buenos resultados.

·         Depresión espiritual - o noógena -. Hoy día es bastante común escuchar a las personas jóvenes y no tan jóvenes que "no tienen futuro" o ante la pregunta acerca del futuro nos encontramos que no tienen respuesta, no saben que van a hacer más adelante. No tienen planes, y si los tienen son más pesimistas que optimistas.
Esta sensación de falta de sentido en el futuro trae consigo una falta de respuesta en el presente. Este cuadro aparece también en personas mayores. Se reprime el futuro y de este modo se lo cierra.
Cuando esta sensación de falta de sentido toma por completo la vida de una persona podríamos estar frente a lo que Viktor Frankl llamó depresión noógena.
El cuadro no es sencillo de diagnosticar pero cada día aparece con mayor frecuencia.

El terapeuta ha de descartar, antes de abordarla con Logoterapia, y terapias complementarias, todo tipo de disfunción o patología orgánica recomendando para ello las pruebas necesarias.

La depresión noógena tiene su origen en una insatisfacción de tipo espiritual. Encontrarle sentido a la vida no es un tema de carácter psicológico sino espiritual.


CAUSAS

·         Ruptura del diálogo. Lo que lleva a muchas personas a la consulta es la falta de diálogo. Se puede quebrar por varias razones: un fallecimiento, alguien que se va de casa, una amistad que se corta, falta de comprensión, respeto o tolerancia entre la pareja, etc. El problema surge cuando el interlocutor de la persona desaparece o por la razón que sea no está operativo. Esto conlleva la búsqueda de alguien con quien dialogar. Aquí aparece la figura del terapeuta. Se inicia un nuevo diálogo. Un encuentro existencial sincero y profundo. Lo que sana es el vínculo.

·         El sufrimiento físico: Cuando este es muy fuerte, muy intenso, prolongado en el tiempo, el ser humano puede perder el sentido. Se pregunta: ¿Por qué me pasa esto a mi?. ¿Por qué sufro tanto?. ¿por qué tanto dolor? - por ejemplo, en enfermedades, accidentes graves, etc. El sufrimiento físico intenso es una de las causas que en muchas ocasiones lleva a las personas a dudar del sentido.

·         La falta de confianza en la existencia humana: Está muy vinculada con la falta de fe, con no creer en nada, con una actitud escéptica frente a la vida. Cuando nada tiene valor, todo es lo mismo. Nada sirve. Es una visión de la vida que en el fondo elude el compromiso. Es una vida "light", en la cual no se integran los valores, que puede incluso derivar en un suicidio.

·         La frustración existencial: Sucede cuando una persona persigue de forma rígida una meta que luego no consigue. Surge así la frustación. Los proyectos que enriquecen a la persona son proyectos flexibles, que se adaptan a lo que la vida nos presenta, a las variadas circunstancias que nos va proporcionando.

·         Los conflictos de conciencia: La persona sabe que tiene que hacer algo y no lo hace o no lo puede hacer . Comienza a presentar un sentimiento de inferioridad, de culta, una perdida de la autoestima, con o sin connotación patológica. La culpa en Logoterapia es un tema importante. Puede hacernos cambiar nuestra conducta. Si sentimos culpa frente a nuestros actos intentaremos cambiarlos.

LA TERAPIA

Si, como hemos expuesto, esta depresión sucede en el plano espiritual, no será bien abordada en un proceso terapéutico que no ve la dimensión espiritual del ser humano, contemplando a la persona en toda su integridad. Es un reduccionismo ver al ser humano sólo en los aspectos psico-físicos.

La Logoterapia es la terapia adecuada para solucionar la depresión noógena.

·         Ampliar el campo de visión: apelar al ser espiritual

Cuando nos encontramos con una persona que cree no tener futuro, lo que le falta no es el futuro, sino el contenido de sentido en el presente, o su propia capacidad para encontrarlo. Para ayudarle a recuperar su futuro hacía su sentido concreto y personal. La misión del terapeuta es ensanchar el campo de visión. En el lenguaje de la Logoterapia se dice "levantar la lámpara", para que la persona pueda ver y ampliar su horizonte y así lograr que el mismo reconozca las posibilidades con sentido que antes no pudo percibir.

El sentido se puede descubrir, develar. Debemos apelar al ser espiritual que existe en toda persona. Apelar y luego esperar. El terapeuta debe impedir la resignación de esa persona y ayudarle a descubrir tareas con sentido.

·         Cambio de actitud

En lo que se refiere a impedir la resignación LA Logoterapia propone un cambio de actitud que mantenga viva la esperanza de vislumbrar una chispa de sentido. Cuando no se puede hacer nada, todavía se puede hacer algo: se puede cambiar la actitud hacia el destino adverso.

Dice Frankl: " Como quiera que toda situación vital representa un reto para el hombre y le plantea un problema que sólo el debe resolver, la cuestión del significado de la vida puede en realidad invertirse. En última instancia, el hombre no debería preguntar cual es el sentido de la vida , sino comprender que es a él a quien se le pregunta. En una palabra, a cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida: solo siendo responsable puede contestar a la vida".

En muchas ocasiones encontramos personas que están viviendo en el sinsentido. Han perdido el sentido de su existencia y tienen que esperar el surgimiento de nuevas posibilidades de sentido. Pero ¿Cómo les acompañamos durante esa espera?. Si la persona pierde la esperanza de encontrar un nuevo sentido entonces ya no lo espera y se hunde.

La esperanza de que en algún momento aparecerá un destello de sentido en el horizonte. Sin la esperanza desaparece la razón para resistir.

En suma, hay un sentido que late en nuestro futuro esperando nuestra realización. Un sentido que nos llama y puede ser llevado a cabo en la realidad. Nosotros viviremos una vez y nadie puede sustituirnos en esa tarea. A nosotros corresponde decidir como queremos vivir, con o sin ideales, con o sin responsabilidad, etc.

·         Distanciarse en lugar de identificarse

Todo lo que el ser humano tiene puede enfermar: cuerpo y alma. La mente y los sentimientos, pueden ser perturbados por la enfermedad. A pesar de ello. Nunca puede enfermar lo que la persona es: la esencia espiritual.

Por definición y teniendo loas ideas bien claras, lo espiritual se encuentra más allá de salud y enfermedad, más allá de la vida y de la muerte, trasciende el tiempo y el espacio, la energía y la materia, si bien se manifiesta por medio de todos ellos. Ello es semejante a como la música necesita de un violón o una orquesta para ponerse de manifiesto. Cuando el violín tiene un desperfecto - "esta enfermo"- a nadie se le ocurrirá pensar o decir que la que la música tiene una "enfermedad". Y cuando el violín se haya roto y esté inservible nadie dirá que la música se ha muerto.

La persona que sufre puede distanciarse de la depresión o identificarse con ella. Una persona que se identifica con ella se entrega a ella. Interpreta todo lo que la enfermedad produce como realidad. Se siente defectuosa y culpable, despreciable e indigna de vivir.

Una persona que se distancia de la enfermedad también la padece, pero rescata su núcleo de persona integro. Se puede sentir defectuosa y culpable, al igual que la anterior, pero sabe que esto es el cuadro engañoso de la enfermedad y nada real que deba inquietarlo como ser humano.

La depresión hace a quien la padece ciega para los valores. El que se identifica con la enfermedad cree que ya no existen valores y en ocasiones que no existe Dios.

En cambio, el que se distancia de su enfermedad nunca desesperará del todo. Ël lo identifica como síntoma de su enfermedad. Sabe que el no es su enfermedad, sino mucho más. El ser humano está y es mucho más que su depresión.

·         Saber que el sol existe

Hay que saber esperar bajo los negros nubarrones sabiendo que la tormenta pasará y veremos de nuevo brillar el sol.

En el estado depresivo nada hace pensar en el sol por encima de las nubes, ni en el más pequeño rayo de luz, en ningún destello, quizá ni siquiera en el recuerdo de un astro luminoso. Pero el sol está allí, por encima de las nubes, del mismo modo que el amplio horizonte de sentido que está presente por encima de toda afección del enfermo.

El poder ayudar al depresivo a que despliegue sus "antenas espirituales" es todo un arte que Frankl desarrolló con exquisita metodología y rigor. Si se consigue es un verdadero triunfo personal, le conduce a su reconciliación con el destino. No hay nada más terapéutico para la depresión noógena.

Dice Frankl. " De este modo podemos capacitar al enfermo para que deje pasar su depresión como una nube, que si bien puede oscurecer u ocultar el sol, no por eso ha de hacerle olvidar que el sol continua existiendo. Así también el enfermo depresivo tendrá que aferrase a que su enfermedad es capaz, ciertamente, de oscurecer el sentido y los valores de la existencia, de modo que no encuentre nada en el mundo y en sí mismo que pueda hacer su vida digna de vivirse, pero también a que esta ceguera para los valores pasará y también llegará el mismo a experimentar un destello de lo que Richard Dehmel expreso alguna vez....: Mira, con el dolor del tiempo, juega la felicidad eterna".

 

¿Cómo puedo ayudar a alguien que se encuentre en depresión?

Ofrézcale apoyo emocional, comprensión, paciencia, y ánimo.

Entable una conversación con su amigo(a) o familiar y escúchelo(a) con atención.

Nunca desacredite los sentimientos que su amigo(a) o familiar manifieste pero señale las realidades y ofrezca esperanza.

Nunca ignore los comentarios acerca del suicidio y comuníquelos a los familiares, terapeuta, o médico de su amigo(a) o familiar.

Invite a su amigo(a) o familiar a hacer caminatas, excursiones, y otras actividades. Aunque él o ella se nieguen, siga intentándolo, pero no lo(a) presione a hacer demasiadas cosas demasiado pronto. Aunque las distracciones y la compañía son necesarias, demasiadas exigencias pueden aumentar los sentimientos de fracaso.

Recuérdele a su amigo(a) o familiar que con el tiempo y con tratamiento, la depresión pasará.

 

Recuérdele “su melodía del corazón, que momentáneamente ha olvidado”

Saber…

Que detrás de las nubes de la depresión se encuentra el sol…

Que el dolor es como esos pájaros que giran alrededor; lo más importante, impedir que hagan nido en nuestro corazón…

 

miércoles, 20 de agosto de 2014

CODEPENDIENTE DEL AMOR





Codependencia: adicción al amor
En la radio suena una canción: “No sé vivir sin ti, si tú no estás aquí ya nada importa, mi vida no tiene sentido sin tu amor…”. Si pensamos detenidamente en el verdadero significado de esta letra tan romántica e inofensiva, nos daremos cuenta de que en realidad entraña mucho peligro… La codependencia es una adicción, una droga muy dura.
Codependencia se define como el ciclo de patrones de conducta y pensamientos disfuncionales que producen dolor y que se repiten de manera compulsiva como respuesta a una relación enferma y alienante. El codependiente no puede vivir sin la persona objeto de su adicción, ya sea un familiar, amigo, compañero de trabajo o pareja. En una relación de estas características, el codependiente se funde y se confunde con la otra persona hasta el punto de llegar a perder su propia identidad. “Lo da todo” por el otro, busca incansablemente a su salvador, de modo que sus deseos y necesidades quedan relegados a un segundo plano, lo que, obviamente, deviene en una negación de sí mismo. Esta autonegación crea en el individuo codependiente una constante sensación de ansiedad y de vacío insaciable. El miedo al abandono es su mayor miedo, aunque no el único, también teme por su propia identidad e independencia.
Como el deseo es insaciable, el codependiente es el eterno frustrado. Poco a poco aumenta su tiranía, despotismo y autocastigo alimentan sus manipulaciones, recrudecen su situación y todo se torna un círculo vicioso.
El amor es una experiencia esencial. Todos acariciamos el deseo de tener amor e intimidad en nuestra vida. Pero algo tan natural se ha vuelto difícil. ¿Por qué? Porque para tener verdadera intimidad, para disfrutar de auténtico amor, hemos de respetarnos y aceptarnos tal cual somos, seres únicos y perfectos, dignos de amar y ser amados. Es nuestra condición de seres humanos. Todos y cada uno de nosotros estamos equipados para amar y ser felices. Es más, esta debería ser nuestra verdadera tarea en este planeta, laboratorio perfecto para drenar nuestros sufrimientos y limpiar nuestro pasado, rompiendo, con la claridad de nuestra conciencia, el círculo vicioso, de nacimientos y muertes en el que nos vemos inmersos, ad infinitum…
Para tener amor e intimidad hemos de derribar nuestras fronteras y estar dispuestos a desnudarnos y entregarnos. Sólo esa confianza plena puede ayudarnos a salir de nuestro aislamiento. Y esto no es tarea fácil. Más aún, nos da terror. Invertimos tanto en nuestra coraza, la hemos moldeado tan cuidadosamente y hecho tan sofisticada, que ya no sabemos vivir sin ella y, aunque nos lo propusiéramos ahora mismo, tampoco sabríamos cómo deshacernos, así de repente, de esa malla que hemos tejido alrededor de nuestro ser y que ahora nos mantiene prisioneros.
Freud y Jung pensaban que esta abundante, silenciosa y gravísima enfermedad mental era imposible de curar porque las personas sienten mucho placer manipulando, para obtener el fruto de sus deseos, unas veces como víctima, otras como salvador y otras como juez-verdugo. Yo creo que sí es posible curarse siempre que quieras y te entregues a valores superiores que dignifiquen tu ser y sean Trascendentales.
Desde que venimos al mundo nos han enseñado a no ser responsables. Nos han enseñado a depender, a ser responsables frente a nuestros padres, nuestra familia, amigos, sociedad, y una larga lista de condicionantes sociales, absurdos e inútiles. Nos inculcan la creencia de que hemos de vivir con arreglo a lo que es “útil”, -¿útil para quién?-, y de que tal cual somos, no somos adecuados. Así que parece que para ser dignos de amor, aceptación y respeto, debemos esforzarnos un poco más en aparentar lo que no somos, si no, no “encajas”. Ésta es la basura del actual paradigma universal: ser en serie, franquiciados. Y bajo esta demanda, el amor se ha convertido en un mercadería barata. En realidad, confundimos sexo con amor y usamos el sexo para obtener caprichos, entradas a discotecas, títulos universitarios, dinero, etc. Dedicando mucho tiempo y esfuerzo a adornar ese objeto a la venta: el cuerpo. Mientras, en nuestros corazones, sólo reinan la soledad, el dolor, la desesperanza y el miedo.
Poco a poco, hemos ido domesticando nuestro ser salvaje hasta convertirnos en felpudos. Y si queremos recuperar nuestra dignidad y nuestra capacidad de amar, toda pose, máscara y mentira, toda hipocresía y sumisión debe desaparecer de nuestras vidas. Intimar significa abrirse, dejar que otro ser entre en nosotros, estrechar lazos, compartir, bajar la guardia, no quiere decir sometimiento. Sabemos que eso de abrirnos nos expone y nos coloca en el pantanoso terreno de la vulnerabilidad, sabemos que es arriesgado y que puede dolernos mucho, pero esa es la manera. Y si amamos de verdad, ¿a qué tenerle miedo?, sólo por el sencillo hecho de amar, la felicidad llena nuestras vidas y nos ilumina. Amar es un regalo divino. Sin embargo, siempre esperamos algo a cambio, siempre encontramos un motivo para ensuciar el amor de interés y de miedo. Entonces el amor ya no es más amor. Y a esto, precisamente, es a lo que llamamos: codependencia.
El codependiente alimenta su autoestima sintiéndose deseado o útil. Todos estamos infectados de codependencia, porque en esta vida terrenal el miedo es más fuerte que el amor…Y si no, “quien esté libre de pecado…”
La codependencia se manifiesta de distintos modos.
Para algunas personas es una forma de dependencia: no pueden poner fin a su relación, aún sabiendo de que no hay amor ni crecimiento en sus vidas, porque esa es la única forma de sentirse importantes. 
Otras cambian de pareja/salvador constantemente, incapaces de sostener una relación estable, íntima y profunda. 
También se manifiesta con la promiscuidad sexual, la cual nos hace mercadear con el sexo confundiendo sexo y amor. 
La promiscuidad espiritual es la búsqueda incansable de un salvador que nos diga aquello que deseamos oír no para sanarnos sino para aprender nuevas técnicas de manipulación o para sentirnos importantes siendo la pareja de ese Maestro al que idolatramos por encima del resto de mortales. 
Hay otra categoría no menos importante, la de los que rechazan la simple idea de crear cualquier tipo de vínculo por temor al abandono y/o a perder su independencia. 
Más allá del mero propósito biológico, la intimidad nos brinda una posibilidad de autodescubrirnos, de crecer y de sanar internamente. Es una oportunidad inmejorable para evolucionar de la codependencia al amor. Ahora bien, para ello necesitamos unos cuantos requisitos nada fáciles de superar, aunque no son imposibles: valor, sinceridad y esfuerzo. Debemos reconocer dónde estamos, hacernos conscientes de quiénes somos y aceptar nuestra situación. Mientras neguemos nuestra realidad y pensemos que son los demás el origen de nuestros sufrimientos, mientras pretendamos cambiar al otro a nuestra imagen y semejanza, según nuestros criterios y propia conveniencia, viviremos sumergidos en el “amor” codependiente, es decir en el desamor.
Cuanto más desees que te quieran más fácilmente causas que te odien. El amor se renuncia, no se posee.
El amor no es una luna de miel, es una transformación. Cuando la fase oral termina y declina el deseo impulsivo, entonces surge la posibilidad de que nazca un amor más sereno, maduro, y más auténtico. Para eso hemos de estar dispuestos a ir más allá del ego; someternos a una verdadera revolución interna, ser vulnerables y aceptar la responsabilidad de nuestras heridas, y no vivir de expectativas, estar en contacto con nuestras necesidades y respetarnos por encima de todo. Porque antes o después, la intimidad pondrá en evidencia aquello que llevamos dentro y no podemos o no queremos ver. Por eso el amor nos atrae tanto como nos asusta, porque nos desnuda y nos expone, nos hace tocar el cielo y el infierno, nos invita a compartir, a crecer, a caer y confiar, nuevamente.
La codependencia no sólo se manifiesta en las relaciones de pareja, sino en todos los ámbitos en los que estamos en contacto con los demás; en cualquier situación de la vida cotidiana donde nos podamos involucrar con otros individuos. Es por ello, que esta cuestión tiene tanta importancia, porque las relaciones son la piedra angular de nuestra vida. Y en este asunto, el vivir desde nuestra autenticidad, desde la atalaya de quienes realmente somos, se plantea como una necesidad absolutamente vital, prioritaria e indispensable.
El trabajo personal en relación a la Codependencia, en esencia, nos pone en contacto con nuestra fragilidad, con esa parte a la que pedagógicamente se le llama el “niño interior”. Es un trabajo que exige valor y honestidad. Valor para conectar y mirar de frente aquello que más miedo y vergüenza nos da; y honestidad para llegar a darnos cuenta de que la causa de nuestro dolor radica, precisamente, en que para evitar ese dolor nos hemos apartado de nuestro centro y hemos desviado la mirada hacia otro lado, buscando culpables, o tal vez buscando alguna víctima propiciatoria que satisfaga nuestras necesidades más básicas.
Hay que ser muy estricto para no ceder cuando el ego llama la atención chantajeando como víctima, salvador o juez-verdugo.
Codependencia: amor o necesidad
¿Puede el amor absorbernos de tal forma que se convierta en una adicción? La respuesta correcta es que si hay adicción, no hay amor. Pero parece que hay personas que siempre se enamoran de los más conflictivos, de aquellos que están más desvalidos y que más necesitan de nuestra ayuda. Y es aquí donde entra en juego la codependencia: no lo hacen para amarles desinteresadamente y ayudarles mejorar. Lo hacen por interés y necesidad, para sentir que son útiles y queridos, lo cual es un grave error en sí mismo. Estas relaciones siempre son problemáticas porque están sostenidas en una base enfermiza de desequilibrio y dependencia, y se convierten en destructivas. Cuando esto ocurre, estamos ante el síndrome de la codependencia.
Tipos de codependientes
La más común es la de una pareja en la que uno de sus miembros sufre una enfermedad o una adicción (alcoholismo, ludopatía, drogas…), y el otro dedica su vida a cuidarle y a ayudarle, pero sin dejar que se cure completamente, ya que lo que da sentido a su vida es saberse útil y necesitado. 
El codependiente siente necesidad y satisfacción resolviéndole la vida a su pareja, o a los demás, esto les hace sentir importantes. 
Hay otro tipo de codependiente, que es egoísta y dominante, y no deja crecer nada a su alrededor, un individuo que chupa la energía de cuantos están a su lado. A este tipo le denominamos “vampiro energético”. 
Otros codependientes son tan celosos que no toleran la presencia de nadie, e incluso pueden infringir malos tratos físicos o psíquicos a su pareja si tienen la más mínima sospecha. 
Si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero habría dejado de ser pájaro y yo lo que amaba era un pájaro.
A veces hay una violencia soterrada y llena de silencio y de miedo. Es un juego de poder, una lucha en la que cada uno ejerce su forma de control del otro, asumiendo papeles de víctima, salvador, o juez-verdugo. Los expertos coinciden en que quien está inmerso en una relación de codependencia, nunca se da cuenta de ello por sí mismo, corresponde a un tercero, desde fuera, la responsabilidad de hacerlo evidente. Lógicamente, si la relación es gratificante para ambas partes, si no hay dolor y se afronta lo cotidiano de un modo aceptable, no hay que meterse a juzgar porqué funciona. Sólo hay que intervenir cuando la relación es un infierno y hace daño a terceros, o a uno de los miembros de la pareja.
La codependencia puede provocar una serie de síntomas psicosomáticos inespecíficos, como dolores de cabeza, desarreglos digestivos y menstruales o insomnio; y trastornos psicológicos, como depresión, obesidad o bulimia… Los primeros síntomas de alarma serían no estar a gusto y mostrar insatisfacción permanente, no sentirse feliz, no querer llegar a casa, falta de deseo y de alicientes. Ante esto siempre cabe preguntarnos ¿qué me pasa?.
El miedo al compromiso
El miedo a la intimidad y al compromiso, a la dependencia amorosa y a entregarse, que hoy día se da con tanta frecuencia, son también tipos de relación dependientes. A muchas personas, cuando sienten deseo o atracción por alguien, o se enamoran, les surge automáticamente el miedo a la dependencia y al compromiso. Esto suele sucederles a personas con experiencias dolorosas y frustrantes, o a hijos de padres separados.
Quien teme a la intimidad y al compromiso inicia una relación que desea realmente pero que corta a medida que el deseo toma forma. Así va iniciando relaciones que nunca se consolidan, y entra en un ciclo que se va repitiendo. Si no se sincera consigo mismo y no afronta cuáles son sus verdaderas necesidades y se arriesga al compromiso, difícilmente encontrará lo que tanto desea y busca: SER FELIZ.
Las causas de la codependencia
A menudo, las personas codependientes han sido objeto de algún tipo de abuso físico o verbal, o sufrieron el abandono de uno de sus padres, o de ambos. El codependiente busca alivio en alguna adicción para “anestesiarse” de su dolor. A veces lo hace a través de relaciones personales disfuncionales y, muchas veces, dañinas; o mediante adicciones al dinero, el sexo, la ira, las drogas, la bebida, etc. El codependiente está atado a lo que le sucedió en su familia de origen y se siente internamente torturado por ello, aunque la mayoría de las veces no se da cuenta de lo que le está sucediendo.
Los codependientes son como los yonkies. Deben aprender que el amor no se mendiga ni se posee. El amor es evolución, es iluminación.
Dos tipos de hijos con padres codependientes, niños maltratados física o psicológicamente. Codependencia transgeneracional.
Niños que crecieron sin haber escuchado mensajes importantes de sus padres, mensajes de amor, ratificación o confianza. Debido a ello al crecer se sienten abandonados, su baja autoestima les impulsa a buscar la aprobación de otras personas para sentirse mejor consigo mismos. A veces, su hambre de amor y aprobación es tan grande que están dispuestos a soportar cualquier cosa con tal de recibir aunque sólo sean “migajas” de cariño y atención. La sanación de estos niños, algunos con más de 50 años, sólo necesita de dos cosas: amor y firmeza. Amor incondicional, dado y recibido sin esperar nada a cambio; y firmeza para no ceder ante las llamadas de atención, chantages y manipulaciones en forma de víctima, salvador, juez, perseguidor o verdugo. 
Cuando los niños abandonados, los del caso anterior, crecen y se hacen padres se convierten en justo lo contrario a lo que han vivido con sus respectivos padres. Son inflexiblemente dependientes de sus hijos, concediéndoles toda su atención y caprichos, están excesivamente pendientes de cuando sus hijos lloran. Sus hijos nunca son culpables de nada cuando les ocurre algo en el colegio con los profesores u otros niños. Les obligan a vivir en una burbuja de “amor” impidiéndoles que les llegue el más mínimo dolor. Estos padres se sumergen en sus hijos olvidándose de sus parejas o trabajo, causas del abandono y traición hacia sus hijos, para después darse cuenta, cuando crecen los niños, que o bien no tienen personalidad propia o bien son unos tiranos que no saben vivir en sociedad ni ocuparse de sus propios asunstos, son unos perfectos inútiles con sus propias emociones y problemas. Pero, sobretodo, se sorprenden de que sus hijos les odian. 
El caso más famoso de niño codependiente es el de Adolf Hitler. Su padre, hijo ilegítimo según la Iglesía, maltrataba física y psicológicamente a Adolf; su madre lo consentía y sobreprotegía. Hijo del incesto entre tío y sobrina. Ambos con férreos prejuicios monoteístas que condicionaban lo que estaba bien y lo que estaba mal. La adicción al odio que tenía a judíos, gitanos, homosexuales. etc. venía por el odio a sus padres judíos. Su homosexualidad una venganza hacia esos prejuicios monoteístas que le dominaron toda la vida. El matrimonio con Eva Braun una tapadera para esconder su homosexualidad. Su régimen Totalitario fue un intento de destruir la vieja moralidad monoteísta y establecer un Nuevo Orden, el Tercer Reich. Alemania necesitaba un Espacio Vital para sobrevivir por eso invadió a los países limítrofes, pero ese Espacio Vital era un reflejo de esa intimidad tan frágil que sentía miedo y peligro por doquier. Un salvador, que no se salva primero de sí mismo, acaba convirtiéndose en el Supremo Tirano y Verdugo de la sociedad.
Los límites y cómo establecerlos
Los límites emocionales nos capacitan para protegernos y nos permiten conocernos mejor a nosotros mismos, y por tanto, nos facilitan la relación con los demás. Poner límites, respetar espacios ajenos, nos ayuda a asegurarnos de que nuestro comportamiento es apropiado e impide que ofendamos a los demás o seamos ofendidos. Si hemos establecido límites normales, nos damos cuenta de cuándo estamos siendo abusados. La persona que no ha puesto límites no se da cuenta de que está siendo abusada física, emocional o intelectualmente.
Lamentablemente, los codependientes, y en especial los hijos de alcohólicos o maltratados física o psicológicamente, permanecen en relaciones abusivas porque no han sabido establecer límites a su comportamiento o al de los demás. Para poder recuperarse y recobrar su identidad y su autorespeto estas personas necesitan aprender a establecerlos.
Los padres deben enseñar a sus hijos a poner límites desde que son pequeños. La forma en que un niño aprende es diciendo “no” cuando sea preciso, pero sin despotismo sino siendo amable, lo cual le ayuda a reafirmar su identidad personal. Los padres “normales” comprenden que las necesidades y los sentimientos de sus hijos deben de ser respetados pero no consentidos ad infinitum. Sin embargo, en las familias disfuncionales, la atención la recibe la persona enferma o adicta, y sus hijos amoldan su comportamiento para complacer a esa persona o para evitar disgustarle. Cuando los niños se enfocan en sus padres, pasando por alto sus necesidades y sentimientos, no adquieren los recursos necesarios para poder reconocer sus propios sentimientos, saber lo que piensan, quienes son, o para aprender a comportarse en ciertas ocasiones. Esto es, precisamente, lo que hace que la persona no tenga o ponga límites, y se convierta en codependiente.
En muchos casos, los hijos de padres codependientes temen las consecuencias si se niegan a hacer algo que ellos consideran injusto o inapropiado. Debido a esto quizás jamás aprendan donde terminan sus límites y comienzan los de los demás. Los padres, o maestros de escuela, no violan deliberadamente los límites de los niños; y si lo hacen es porque no tienen un claro sentido de su propia identidad o no comprenden la importancia de enseñar a los niños a poner límites. Cuando nuestros límites emocionales son violados, nos sentimos devaluados como personas y no podemos aceptar o dar amor de una forma normal y adecuada. Construimos muros en lugar de límites, e inclusive rechazamos los halagos que nos hacen y dudamos de cualquier persona que esté tratando de acercarse a nosotros.
Aquel que, lleno de impulso y confianza,
sigue la palabra de su Maestro,
el que, por la brida del conocimiento,
retiene al corcel del pensamiento,
con sus sentidos apaciguados
la felicidad disfrutará ahí.
Entonces, ¿quién podría morir y quién ser matado?
Lalleshvari, Maestra Saiva de Cachemira s. XIV.
La manera de comenzar a establecer o reconstruir nuestros límites emocionales es prestar atención a nuestros sentimientos de vergüenza. Si la sentimos con ciertas personas, nos debemos preguntar si nuestros límites están siendo violados, y examinar nuestros sentimientos para poder saberlo. Si nos damos cuenta de que alguien los ha violado, debemos decirle a esa persona que nos hace sentir mal, aunque en ese momento todavía no sepamos el por qué.
Es imprescindible que aprendamos a valorarnos y a consolar y cuidar al niño que todos llevamos adentro. Si los sentimientos de temor, ira o dolor nos agobian, debemos buscar ayuda profesional. De ese modo, conoceremos su origen y aprenderemos a cuidarnos, a valorarnos, y a establecer límites. Escribir un diario, por ejemplo, puede ayudarnos a conocernos mejor y saber lo que nos gusta o disgusta, y lo que deseamos llegar a ser.
Cuando comenzamos a establecer límites, a veces encontramos oposición en los que están más cerca de nosotros, especialmente de aquellos que violaron nuestros límites. Quizás hasta nuestra relación con ellos se deteriore temporalmente. Sin embargo, con el tiempo, según vayamos sanándonos, nuestras relaciones mejorarán. Nadie más que nosotros mismos puede establecer los límites que necesitamos. El hacerlo quizás requiera ayuda o guía profesional, pero la responsabilidad total para hacerlo la tenemos cada uno de nosotros, individualmente.
El desprendimiento emocional
Lo primero que debemos definir al hablar de desprendimiento emocional, son los términos “atadura emocional” o codependencia. Decimos que existe atadura emocional cuando una persona se encuentra aferrada emocionalmente a cosas negativas o patológicas de alguien cercano, sea esposo, hijo, pariente, o compañero de trabajo.
Esta codependencia se manifiesta de dos maneras, fundamentalmente: un entrometimiento en las cosas ajenas que no le conciernen, y un hacerse cargo de las responsabilidades del otro individuo, lo que propicia su comportamiento irresponsable.
Una de las primeras cosas que se deben hacer cuando se quiere superar la codependencia es iniciar el proceso del desprendimiento emocional. No se trata de distanciamiento físico, aunque en los casos de violencia extrema hay que recurrir a él, sino, más bien, de no aceptar conductas inadecuadas, como son la adicción a las drogas, agresividad extrema, actos de rebeldía y maltratos.
Gana un reino quién maneja su espada.
Gana el Cielo quién practicó ofrendas y limosnas.
Gana la revelación de la Esencia innata (connatural),
quién siguió la palabra de su Maestro.
Por su pecado o su virtud,
el hombre mismo recoge sus frutos.
Lalleshvari, Maestra Saiva de Cachemira s. XIV.
Es muy doloroso cuando hay que aconsejar a un padre el desprendimiento emocional de un hijo, y que éste lo confunda con desamor, desinterés o ignorancia del problema. La mayoría de las veces, los padres reaccionan mal porque piensan que se les está pidiendo que dejen a un lado el dolor que la situación les produce. ¡No se trata de eso! Ningún terapeuta puede quitar el dolor a nadie; pero sí le puede eliminar la necesidad obsesiva de intervenir, o de pretender tomar el control de una situación que se le ha ido de las manos.
Las personas que están atadas emocionalmente a alguien se sienten responsables por cada una de las cosas que hagan o dejen de hacer los otros. Y piensan que pueden tener el control o pueden evitar que esa persona llegue a cometer actos de irresponsabilidad, como drogarse, conducir ebrio o gastarse la paga del mes en una máquina tragaperras. El codependiente, entonces, se vuelve protector. Está siempre tratando de averiguar qué pasará, dónde estará, con quién, qué estará haciendo… Y, así, deja de vivir su propia vida para vivir en función del otro. Esto afecta su entorno, sus relaciones sociales, familiares y laborales y, por supuesto, su salud. Es un comportamiento patológico. Es una enfermedad.
Entrar en el proceso de desprendimiento emocional es indispensable para mejorar la autoestima de cualquier codependiente, pero es necesario, también, que esa disposición nazca de uno mismo. Ninguna persona puede trabajar su autoestima, ni puede cuidarse, ni menos quererse, si primero no hace un distanciamiento de la persona que le está agrediendo. Por mucho que se preocupe y sufra, no va a lograr nada. No hay madre ni padre que, por medio de amenazas, llanto o ruegos, logre que su hijo deje su adicción a las drogas o a las malas compañías. Por eso hay que aprender a desprenderse por completo.
Un requisito indispensable para comenzar a trabajar el desprendimiento emocional, es tener conciencia de que uno está atado emocionalmente a alguien. Desprenderse emocionalmente es “no entrar en el juego”, no prestarse al abuso, ni de palabra, ni de obra. Tenemos que hacer nuestra parte, sí, pero muchas veces, nuestra parte es no hacer nada. O hacerlo de una manera positiva, diferente. Cambiar de estrategia, dejar las cosas claras y hacerlo con cariño y comprensión. Esto es desprendimiento. No hay lamentos ni hay reproches, no hay imposiciones ni gritos. Das una solución, pero al mismo tiempo tomas distancia del problema.
Desprendimiento no es falta de amor. Desprendimiento es no “tragar” más con esa situación dolorosa. Cuando no se pueden cambiar las cosas, es más sano mirarlas de otra forma. Al cambiar la percepción se logra sacar más provecho de ellas. Eso es crecimiento. Un cambio de actitud provoca que las personas que nos rodean también se movilicen hacia ese cambio para tratar de amoldarse a la nueva situación. Esto es sano. Si continúas atado emocionalmente, tu vida se desbarata, porque tiendes a vivirla desde la anormalidad del otro. Esto es codependencia.
Contradependientes o antidependientes
Algunas personas, quizás las más capaces de percibir sus miedos, aquellas que no logran reprimir sus sentimientos con tanta facilidad, reaccionan aterradas ante su dependencia y se transforman en contradependientes. Los contradependientes, o antidependientes, temen la intimidad porque, al ser tan débiles sus fronteras, saben que pueden llegar a perderse en su pareja si se enamoran, y sufrir como ya han sufrido en el pasado. Entonces se alejan del amor y de la gente. Estas personas afirman no necesitar nada de nadie. Aseguran no necesitar amor, y se encierran en su soledad, -tal vez rodeados de gente-, sin permitir que nadie se acerque lo suficiente como para llegar a algo más íntimo. Perciben la cercanía de los demás como una amenaza a su propia integridad.
Todo acto que efectúo es un culto ofrecido,
toda palabra que pronuncio, un mantra es.
Todo lo que en mi cuerpo vivo,
ese Reconocimiento revela:
Esto, todo esto, es el Tantra del Supremo Shiva.
Lalleshvari, Maestra Saiva de Cachemira s. XIV.
Mirar atrás puede ser parte de lo que tengan que hacer en su búsqueda de la identidad perdida. Heridas del pasado, errores transmitidos de generación en generación que se aprenden y se repiten una y otra vez, y que se seguirán repitiendo, mientras no haya un miembro de la familia que se atreva a analizar en profundidad el comportamiento del clan familiar, y a romper, de una vez por todas, la cadena de codependencia. Y lo peor, es que muchas veces se continúa reaccionando con esas mismas conductas adictivas y limitantes, aún sabiendo que son perjudiciales para el propio crecimiento evolutivo.
Probablemente, siendo niños, escuchamos muchas veces frases como estas: “eso no se hace”, “no está bien hablar de los problemas, guárdalos para ti”, o “no es correcto expresar enfado”, “no seas nunca egoísta”, “sé siempre fuerte y bueno”, y nos hicieron sentir vergüenza y culpa, porque lo que deseábamos estaba en contradicción con lo que debíamos hacer. Nos inculcaron que está mal anteponer las necesidades propias a las ajenas, -que eso es ser egoístas-, sin darse cuenta de que lo que estaban fomentando era la baja autoestima, la dependencia, el considerarnos menos importantes y valiosos que los demás. Nos dieron consejos como estos, “haz siempre lo correcto y no cometas errores”, “la aprobación de los demás es muy importante, tienes que gustarles, tienes que aceptarlos, no dejes nunca que piensen mal de ti”; y nos machacaron con aseveraciones del tipo: “yo sé lo que te conviene, sé lo que necesitas, sé lo que es mejor para ti”, forzándonos a ir por el mundo con una enorme carga de estrés, desgastando nuestra energía en esconder nuestros verdaderos sentimientos y nuestro yo más auténtico.
Estas personas deberían revisar y meditar mucho a cerca de sus decrépitas y castrantes actitudes, y dejar de buscar culpables removiendo en el pasado, lamentando una y otra vez lo sucedido. Lo sano, lo evolutivo, es abrirse a nuevos modelos de comportamiento en los que el amor y el respeto por uno mismo sean lo primordial, puesto que ésto constituye el fundamento de toda relación sólida y saludable, sustanciada en la confianza y la autoestima.
Finalmente, sería muy injusto dejar de mencionar el lado positivo de la personalidad codependiente. Tras sus problemas de dependencia hay un fondo noble, amable y altruista. Son, a menudo, las personas más dulces, pero si su verdadero ser está siendo negado y reprimido, nunca lograrán compartir su forma de ser de un modo constructivo. Una vez recuperadas de su codependencia son, sin duda, personas que cualquiera querría tener como amigas. Fieles y dignas de confianza, saben tener en cuenta la opinión de los demás. Están ahí cuando las necesitas, siempre dispuestas a ayudarte. Son atentas y se preocupan de fomentar los buenos sentimientos entre ellas y los demás. Son, en sí mismas, una paradoja, porque casi cualquiera podría amarlas.
Pasos para la sanación.
Desear curarse desde lo más profundo de tu corazón. 
Ser consciente que la misma tierra que te hace caer, te ayuda a levantarte. 
Ser consciente de que la humillación es la mejor terapia para el ego. 
Busca un guía espiritual e iniciate en el camino del autoconocimiento. Con Él entrarás en contacto con tus necesidades y deseos, con tus heridas y miedos más profundos, aprende a aceptarlos y abordarlos con profunda atención y humildad. Eso te ayudará a valorarte y confiar más en ti mismo, fundamental para poder salir de la red codependiente. 
Amáte y respétate a ti mismo. Deja de pretender lo que no eres, se valiente, honesto y date permiso para amarte con total aceptación. 
Deja de creer que lo mereces todo, deja de mercadear con el cuerpo, el sexo y los deseos y entregate a la vida dando lo mejor de ti sin esperar nada a cambio. 
Erradica de tu mente toda creencia monoteísta inculcada, desprográmate, ten el valor de saltar al vacío. 
¿Quieres seguir aprendiendo sobre la codependencia y sanándote?
 Lee y medita con estas definiciones.