¿Tienen conciencia los planetas, las estrellas, las galaxias? ¿Son estas
manifestaciones de lo que hemos llamado ángeles?
“Maybe Angels”, ¿tal vez
ángeles? ¿Por qué no? Es una pregunta que la ciencia establecida no se hace,
pero que la gente sí. ¿Es absurdo en el mundo moderno preguntarse por la
existencia de estos seres que atraviesan la historia, la imaginación o la
realidad secreta de la humanidad? El científico inglés Rupert Sheldrake
considera que es algo que se debe de investigar, pero para ello es necesario
salirse de la rigidez de la ciencia e integrar una epistemología que acepte la
subjetividad humana. Puesto que las conciencias no se relacionan con aparatos,
sino a través de sus sentidos y experiencias. La ciencia, que domina y explica
con mucha solvencia el mundo exterior, se ve muy limitada al explicar los
fenómenos interiores, incapaz hasta el momento de entender lo que probablemente
sea lo más relevante: la conciencia del hombre y del universo al que pertenece.
Sheldrake estudió en Cambridge y
fue en su momento uno de los biólogos más prometedores del mainstream.
Sin embargo, después de una larga estancia en la India (donde curiosamente se
hizo amigo de Krishnamurti, al igual que el físico David Bohm, el padre de la
teoría holográfica cuántica), Sheldrake descubrió la existencia de una forma
alternativa de pensamiento igualmente válida y se acercó a nueva concepción de
la biología y la evolución incorporando una vision holística, formulando así su
teoría de la resonancia mórfica, en la que la información es vista como un
campo, de la misma forma que el electromagnetismo o la gravedad son campos
ubicuos en el espacio.
En 1981 la revista Nature
otorgó al primer libro de Sheldrake el título de “mejor candidato a quemarse en
años”. Desde ese momento Sheldarke fue condenado al ostarcismo de la comunidad
científica establecida y forzado a investigar desde la frontera (quizá el lugar
de mayor claridad) fenómenos como la telepatía, la telequinesis y otras
manifestaciones paranormales.
Sheldrake sostiene que la ciencia
que tanto ha criticado el dogma religioso imprime en su versión de la realidad
los mismos vicios que condena, proyectando sus suposiciones: “el universo es
reflexivo; en otras palabras: refleja lo que estamos buscando”. En este caso el
materialismo se refleja en el espejo de la naturaleza, puesto que se entiende
como una realidad immutable, que no admite una interrelación de la mente en la
construcción de la realidad. El observador afecta lo observado y aunque esto es
algo insoslayable en el estudio de la mecánica cuántica, no se ha extrapolado a
otras regiones de la ciencia, tal vez porque atenta contra el método
científico, deificado como la forma suprema del conocimiento.
En su libro The
Physics of Angels, escrito junto a Matthew Fox, Sheldrake explora
la posibilidad de que las tradiciones religiosas no necesariamente están
equivocadas cuando hablan de conciencias superiores a la del hombre. Lo más
interesante es que Sheldarke, desde la biología, indaga la posibilidad de que
estas inteligencias superiores podrían ser también macroorganismos como los
planetas, la Tierra y el Sol o hasta la Galaxia. O incluso, tomando una
referencia de Tomás de Aquino, en la que dice que los ángeles no tienen masa ni
cuerpo, describiéndolos de una forma similar a los fotones que describe
Einstein, tal vez los ángeles, la conciencia, podría ser la misma luz,
información que está en todas partes.
La ciencia supone que el Sol o la
Tierra son seres inanimados, sin embargo, en algunas ocasiones las personas
parecen experimentar lo contrario. Sheldarke dice que es absurdo esperar que
estos superorganismos comprueben su conciencia en un lenguaje humano, pero que
nosotros esperamos que así lo hagan, puesto que entendemos la conciencia siempre
como un fenómeno únicamente humano y siempre desde ese parámetro. Algo similar
sucede con la forma en la que nos relacionamos con los animales, los cuales al
no percibir la realidad de la misma forma que nosotros , dejan de tener
conciencia para nosotros.
Pero es posible que la conciencia
sea incluso anterior a la materia, consustancial al universo, tal vez la
conciencia es la que experimenta la materia y no la materia que experimenta la
conciencia. El cuerpo podría ser un producto de la conciencia y no al revés: la
materia una proyección de la mente.
Reproducimos extractos de una
entrevista con Rupert Sheldrake sobre su libro La Física de los
Ángeles (el resto de la entrevista puede ser consultada aquí):
“Nuestro acercamiento a un nuevo
paradigma científico (ya no mecánico) es con la idea del universo como un
organismo viviente. El Big Bang describe el origen del universo como una
pequeña, indiferenciada unidad. Luego el universo evoluciona y crece y nuevas
formas y estructuras aparecen a su interior. Esto se da más como un organismo
que como una máquina. La vieja idea de la Tierra muerta ha dado paso a Gaia, la
idea de la Tierra viviente. La vieja idea del universo sin creatividad, ha dado
paso a la evolución creativa. Primero en el reino de las cosas vivas, por
Darwin, y ahora vemos que todo el cosmos está en proceso de evolución creativa.
Así que si todo el universo está vivo, si el universo es como un gran
organismo, entonces todo lo que contiene se entiende mejor como organismos que
como máquinas”.
"La segunda pregunta que viene a la
mente es: bueno, si el universo está vivo, si los sistemas solares y las
galaxias y los planetas están vivos, ¿también están conscientes? ¿O están vivos
pero no tienen conciencia, de la misma forma que tal vez una bacteria puede
estar viva pero no tiene conciencia? ¿ El tipo de vida que puede existir en el
cosmos tiene más conciencia que nosotros, o presumimos que es mucho menos
conciente que nosotros? ¿Somos los seres más conscientes que existen en el
universo? La respuesta común de la ciencia es que sí. Yo creo que esa es una
presunción muy poco probable. Así que si llegamos a la idea de muchas formas
distintas de conciencia, si la galaxia tiene vida y conciencia, entonces
debería de tener una conciencia mucho mayor que la nuestra —mayor en extensión,
mayor en sus implicaciones y poder y mayor en la expansión de su actividad.
Esto desde el punto de vista de la ciencia es una idea ridícula, porque la
ciencia ha erradicado la conciencia de cualquier otro lugar en el universo que
no sea el cerebro humano”.
“Pero en la tradición cristiana,
en la tradición judía, en todas las tradiciones, existe la idea de seres con
niveles de conciencia superiores a la nuestra. En la tradición occidental se
les llama ángeles. Así que en mi libro escrito junto con Matthew Fox, The
Physics of Angels, intentamos explorar lo que la tradición
occidental tiene que decir sobre los ángeles y qué relevancia tiene dentro del
contexto de la nueva cosmología”.
“[...] Si uno piensa en una
conciencia divina abarcando todas las cosas, y luego esta conciencia humana
aquí, la visión tradicional es que existen muchos tipos y niveles de conciencia
en medio. No es que saltes directamente de la conciencia divina a la conciencia
humana, con nada más que la materia en bruto de por medio”.
“[...] Creo que la conciencia del
sí mismo viene a através de la conciencia mutua. No creo que la conciencia de
uno mismo surja dentro de un mundo solipsista donde cada quien se ve el
ombligo. Conciencia significa, literamente, con scire, saber con, o saber
juntos. Creo que la razón por la que estamos concientes es porque somos
interconcientes en relación con otras personas. La conciencia es compartida, y
no creo que un ser humano individual sin relación a otras personas o a alguna
otra cosa sería conciente”.
“Creo que si la galaxia tiene
conciencia, entonces su conciencia depende de su relación con las estrellas y
sistemas solares y probablemente también con otras galaxias. Habría una
intersubjetividad de galaxias, una comunión de una comunidad de galaxias“.
“La mayoría de las tradiciones
tienen la idea de que los seres humanos están ligados a las estrellas y que la
conciencia humana está ligada a ellas. En Japón el emperador supuestamente
desciende del Sol. Todo el culto de las pirámides y los faraones se basa en la
idea de que el alma de faraón puede ser proyectada a las estrellas [...]“.
Tal vez las estrellas también son
neuronas del universo y nosotros de ellas, unidos por una red sináptica
inalámbrica, fotónica, ubicua. No se puede comprobar esto científicamente, pero
tal vez no sea necesario: un universo así cumple con la elegancia y el
paradigma de la belleza esbozado por Einstein y Platón. La complejidad es
infinita.
«The human brain contains 100
billion neurons, each neuron is as powerful as a computer, and each neuron has
around 10,000 connections with other neurons… within our forheads, there is a
chaos… inside our brains, there is a galaxy of information,
which is incomprehensible for linear minds.. this contrasts and compares
perfectly with the chaos without… we’re living in a universe which has 100
billion galaxies, each galaxy with star systems, planets, a complexity which to
our minds right now, is chaotic… incomprehensible», Timothy Leary.
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