|
Quiero
compartir unas enseñanzas que me han ayudado a comprenderme y a amarme. Me
baso en las enseñanzas de Lise Bourbeau y su libro “Heal your wounds
& find your true Self”. Descubrir mis heridas me ha permitido aceptarme
más y eso ha marcado un antes y un después. De todo lo que vengo haciendo
desde hace 10 años para mi crecimiento personal, lo que aquí comparto ha sido
y es muy eficaz y transformador.
Nuestra
alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy
precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie
de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a
aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han
vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como
las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar. Aprender a aceptar
nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos
incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación
del alma.
¿Te
has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a
ti de lo mismo? Chécalo con la otra persona, y aparte de sorprenderte, verás
cómo te liberas de juicios.
No
aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es
atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada.
Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa
que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para
espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin
juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay
un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar
nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la
materia.
|
|
||
|
|
|||
La
sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón
hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que
uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a
otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos,
y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite
descubrir nuestra herencia divina.
Las
cinco heridas del alma más comunes son:
-
El rechazo
- El abandono - La humillación - La traición - La injusticia
No
necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual
puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer
paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es
porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir
esa herida. Las máscaras de cada herida son las siguientes:
-
Rechazo -----> Retraimiento
- Abandono ---> Dependencia - Humillación --> Masoquismo emocional y mental - Traición ------> Control - Injusticia -----> Rigidez
Sugiero
que leas cada una de las heridas y anotes las que más identificas en ti. Chécalo
con alguien que te conoce, para estar seguro de que no te has olvidado de
alguna. Luego, con humildad, realiza el ejercicio de sanación recomendado.
|
|
Rechazar alguien es repelerlo, echarlo. La
persona que nos rechaza nos dice “no te quiero a mi lado”. La persona que nos
abandona dice “no puedo tenerte conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o
de alguien. Hay que tener clara la diferencia entre rechazo y abandono.
La herida del rechazo es muy profunda, pues hace
sentir a uno que su “derecho a existir” está siendo rechazado. Un ejemplo claro
son los bebés que no son bienvenidos al tenerse por accidente. La herida se activa sobretodo en la
relación con el padre del mismo sexo. Es del todo humano pues, que no aceptes
o odies al padre que tiene el mismo sexo que tu. No significa que tu padre te
rechazara. Significa que tu interpretaste una o varias experiencias como si
fueran un rechazo de tu persona. Otra persona lo podría haber vivido como una
humillación.
Piensa que cuando un padre no se acepta sí mismo/a (se rechaza) y tiene un
hijo del mismo sexo, es normal y humano que inconscientemente rechace a ese
hijo, pues constantemente le recuerda su propio auto-rechazo.Si sufres de la herida del rechazo, la no aceptación del padre del mismo sexo explica las dificultades que tienes en aceptarte y amarte a ti mismo/a.
El padre del mismo sexo nos
enseña a amar, a dar amor. El padre del sexo contrario nos enseña a ser amados,
a recibir amor.
La persona con esta herida tiene ganas de
desaparecer. No quiere ocupar su espacio en la vida por miedo a ser rechazado.
La máscara tras la cual se esconde esta herida se llama “retraimiento”,
“retirada” o withdrawal en inglés. Sus cuerpos casi no tienen carne en
los huesos, indicando que quieren desaparecer. Son personas que se cuestionan
su derecho a existir, y parecen que no están totalmente encarnadas o enraizadas
en sus cuerpos.
Los niños que construyen la máscara de retirada
para no sentir el rechazo, son niños que viven en un mundo imaginario, son
niños calmados que no hacen demasiado ruido y pasan desapercibidos. Sus cuerpos
parecen frágiles, y eso hace que la madre sobreproteja al niño. Los niños
sobreprotegidos se sienten sofocados por la madre; se sienten rechazados por no
ser aceptados con sus limitaciones, tal y como son.
La persona que sufre el rechazo vive separada del
mundo material, incluso de su instinto sexual. Suele atraer parejas que le
rechaza sexualmente, o simplemente decide cortar su sexualidad por considerarlo
“poco espiritual”.
Los retraídos creen que no tienen ningún valor.
Por eso intentarán ser perfectos, para merecer ese valor que sienten que les
falta. Un hombre que diga “a los ojos de mi padre no soy nadie, y no hago nada
bien” intentará ser perfecto (con todo el sufrimiento que conlleva tal
exigencia) para ganarse algo de auto-valoración. Para ellos, ser juzgados por
lo que hacen es igual a ser rechazados. Quieren hacerlo todo tan perfecto que
les toma más tiempo de lo normal.
Los retraídos no sabrían qué hacer si reciben
demasiada atención. Es como si su existencia fuera demasiada para ellos mismos.
Por eso prefieren estar solos. Al aislarse lo que hacen es sentirse más y más
marginados o rechazados.
Los retraídos se angustian cuando piensan que han
podido rechazar algo o alguien (especialmente del sexo opuesto). Si tienes
miedo a rechazar alguien, probablemente terminarás haciéndolo. Cuanto más miedo
tenemos, más probabilidades hay que ese algo se materialice.
Los retraídos se comparan con otros, y siempre se
encuentran con menos valía que los demás. Les cuesta creer que alguien se pueda
fijar en ellos e incluso enamorarse de ellos. Normalmente sabotean sus éxitos,
pues no se sienten merecedores. Si sienten que acaparan demasiado espacio o
atención, se bloquean pensando que están molestando a los demás, y temen ser
rechazados. La parálisis ocurre sobretodo con gente del mismo sexo.
Si alguien les interrumpe cuando hablan, pensarán
que es porque “no son suficientemente importantes”, y dejarán de hablar. Si interrumpes
a alguien que no sufre de la herida del rechazo, pensará que “lo que dice no es
importante”, pero él sigue siendo igual de importante que antes. Los retraídos
tienen miedo a dar su opinión si no se les pregunta, por miedo a confrontar a
los demás, y exponerse a un rechazo. Tienen miedo a molestar a los demás. Se
ocultan tras la máscara de la “vergüenza” y les impide mostrarse y ocupar su
lugar.
Sus ojos esconden miedo. Pueden tener problemas
de memoria debido a ese miedo tan profundo. Para retirarse más acuden a veces a
las drogas y al alcohol. No se permiten ser niños, se fuerzan a madurar rápido
pensando que así serán menos vulnerables al rechazo. Por eso parte de su cuerpo
parece a la de un niño. Como tienen dificultad para reconocerse como “alguien”,
a menudo tratan de llegar a ser como otra persona.
Si no se dan permiso para odiar al padre del
mismo sexo, su rechazo no aceptado puede conducirles al cáncer, una enfermedad
asociada con el resentimiento que se sufre en aislamiento.
Si reconoces que sufres de la herida del rechazo,
es muy probable que el padre de igual sexo que tu también la sufra, y no sólo
se haya sentido rechazado por su padre del mismo sexo, sino que se sienta
rechazado por ti.
Acusamos a otros por todo lo
que hacemos nosotros pero no queremos ver. Por eso atraemos personas que nos
muestran qué hacemos a los demás o a nosotros mismos.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa
máscara de retraimiento se encuentran personas:
- Con muchos recursos, dotados
para lo creativo y la imaginación.
- Capaces de trabajar solos.
- Eficientes y con capacidad
para tratar el mínimo detalle.
- Capaces de actuar en casos
de emergencia.
- Pueden ser felices solos.
La herida del abandono se siente más al nivel del
“hacer y tener” que en el nivel del “ser” (como es el caso de la herida del
rechazo).
Situaciones que pueden despertar la herida del
abandono son:
- La madre debe ocuparse de su recién nacido
bebé. El otro hijo puede sentirse abandonado.
- Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden sentirse abandonados.
- Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre, puede sentirse abandonado.
- Si el niño debe quedarse en casa de su tía durante unas cortas vacaciones, puede sentirse abandonado.
- Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden sentirse abandonados.
- Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre, puede sentirse abandonado.
- Si el niño debe quedarse en casa de su tía durante unas cortas vacaciones, puede sentirse abandonado.
Normalmente
la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto. Normalmente
quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre del mismo sexo).
Mientras sigamos estando resentidos con alguno de nuestros padres, tendremos
dificultades con las personas del mismo sexo que nuestro padre a quien no hemos
perdonado. Para perdonar, no hay nada mejor que comprender que él/ella son
también víctimas de sus padres, y que les acusamos de algo que nosotros mismos
hacemos a ellos.
Quien sufre de abandono siente que no tiene
suficiente alimento afectivo. Para no sentir esa carencia afectiva, se
construyen la máscara de la dependencia.
Los dependientes piensan que nunca serán capaces
de valerse por sí mismos, y que necesitan a alguien a quien apoyarse. Algunas
partes de su cuerpo se muestran flácidas o sin tono muscular, como si no
pudieran aguantarse solas. Los dependientes tienden a adoptar el papel de
víctima. Atraen problemas para atraer la atención de los demás. Pero la
atención de los demás nunca es suficiente para ellos. Sueñan en destacar o
tener papeles “estrella” ante grandes audiencias. Su necesidad de atención es
insaciable, por eso cuando comen no ganan peso, pues hay en ellos una creencia
profunda que dice que “nada es suficiente”.
A los que adoptan el papel de víctima les suele
gustar adoptar el papel de salvador. Jugarán el papel de “padre o madre” con
sus hermanos o tratarán de salvar alguien a quien aman y que está en
dificultades. Hacen para los demás para sentirse importantes, y esperan afecto
a cambio. Asumen responsabilidades que no les corresponden, y sufren por los
demás, dependiendo su felicidad de la felicidad del otro. Su gran abertura del
plexo solar (empatía) no es sana para ellos ni para los demás.
Creen que si logran hacerlo todo bien solos,
nadie se ocupará de ellos en el futuro, y para tratar de evitar ese posible
aislamiento, buscan alguien con quien sentirse apoyados para realizar sus
proyectos.
Los dependientes tienen muchos altos y bajos. Su
gran miedo a estar solo es lo que genera esas subidas y bajadas de humor.
Pueden aguantar lo inaguantable con una pareja para no sentirse solos. Viven en
la esperanza emocional de que en el futuro las cosas pueden cambiar. Tiene
problemas con la palabra “dejar”. Si alguien les dice “te tengo que dejar,
tengo que irme”, se sentirán heridos. Tienen dificultades en dejar una
situación, persona o lugar.
La emoción más intensa que siente un dependiente
es la tristeza. Buscan la compañía de los demás para no sentir esa tristeza.
Pueden usar el sexo para sentirse próximas a la otra persona.
Tienen miedo de todas las formas de autoridad,
pues piensan que alguien autoritario es frio y no va a cuidarse de ellos. Por
eso los dependientes son cálidos con los otros.
Temen recibir demasiada atención de los demás,
por miedo a sentir emociones demasiado profundas de abandono. Tan pronto la
relación se vuelve intensa, buscan una manera de hacer que acabe. Necesitan
atención de su pareja, pero no dan al otro lo que le piden. Si el dependiente
quiere tomarse un rato para leer a solas, todo está bien. Pero si es la pareja
quien decide tomarse un rato para leer a solas, se lo toman como si no fueran
importantes para ser tomados en cuenta.
Pueden acusar a Dios de abandonarles en la vida.
No se dan cuenta con qué frecuencia ellos mismos decepcionan a los demás, o con
qué facilidad abandonan proyectos sin acabar.
Cuando se dan cuenta del problema que trae su
dependencia, en lugar de aceptarla, intentan ser independientes. Muchos que
tienen la herida del abandono no quieren ver su dependencia, y se creen los más
independientes. La autonomía es sana, no la independencia.
La herida de la humillación se despierta en el
niño cuando este siente que alguno de sus padres (indistinto el sexo) se siente
avergonzado de él, o tiene miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha
ensuciado, porque no guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc.
El niño se siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel
físico de “hacer” o “tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse
avergonzado, pero quien se siente avergonzado también se siente culpable.
Sentimos culpa cuando juzgamos que
la cosa que hicimos (o no hicimos) está mal hecha. Sentimos vergüenza
cuando consideramos que nosotros somos malos por hacer o no hacer algo.
Normalmente la herida se activa con la
madre, pero puede activarse con el padre si este era quien “controlaba” al niño
y hacía el papel de madre, enseñándole como comer correctamente, cómo estar
limpio, etc.
La humillación se despierta por ejemplo, cuando
el niño escucha a su madre contando a su padre lo que ha hecho el niño. O
cuando la madre descubre al niño tocándose los genitales y le grita: “no te da
vergüenza?”. O cuando el niño ve a su padre desnudo y este rápidamente se tapa,
el niño aprenderá a tener vergüenza de su propio cuerpo.
El niño se siente humillado si siente que sus
padres controlan sus movimientos, dejándole poca libertad. Para no sentir
la herida, el niño desarrolla la máscara masoquista. Con esa protección, el
niño aprenderá a castigarse a sí mismo (humillarse) antes de que lo hagan
otros. El cuerpo de una persona con la herida de la humillación suele ser de
formas redondas y llenas.
El masoquista quiere demostrarse a sí mismo que
es alguien sólido y que controla su vida (y la de los demás). A menudo lo
encontramos ocupándose de los problemas de los demás, y olvidándose de sí
mismos. Cuanto más responsabilidades de otros asumen, más peso coge su cuerpo.
El masoquista piensa que ayudando a los demás evitará que se sientan
avergonzados de él, pero a menudo se acaba sintiendo humillado y como si los
demás se aprovecharan de su buena voluntad. A menudo son mediadores entre dos
personas.
Los masoquistas no se dan cuenta que haciendo
todo por los demás, acaban humillando a los demás, pues les hacen sentir que
solos no podrían hacerlo. Deben aprender a no tomar tanto espacio en la vida de
las personas a quienes aman. Deben aprender a dejar los demás tomar decisiones
por sí mismos.
Los masoquistas generalmente no están en contacto
con sus sentimientos pues tienen miedo de que los demás o sus madres se
molesten o se avergüencen de ellos. En el fondo les gusta la ropa bonita y el
lujo, pero como creen que tienen que sufrir, no se permiten esos regalos.
Son híper-sensibles, y la mínima cosa les puede
herir. Un comentario crítico ligero les puede hundir. Por eso hacen todo lo
posible para no herir a los demás. Tan pronto alguien a quien aman se siente
infeliz, el masoquista se siente responsable. Se culpan por todo, y asumen la
culpa de los demás. Es su manera de ser “buenas personas”. No se da cuenta que
estando tan empatizado con el humor del otro, se desconecta de sus propios
sentimientos y necesidades. A menudo hacen cosas por los demás (como pintar la casa
de otro) que no harían para sí mismos. La mujer que limpia la casa cuando
vienen invitados, pero que no la limpia cuando está sola (pues no se siente lo
suficiente importante).
El masoquista se siente unworthy, sin
valor, no merecedor de ser amado o reconocido. Al creer que no tiene valor o
importancia, cree que merece sufrir.
Los masoquistas a menudo se siente sin poder
frente aquellos cercanos a quienes aman. Cuando son culpabilizados (algo que
atraen inconscientemente), se quedan mudos, paralizados, sin saber cómo
defenderse.
La libertad es muy importante para los
masoquistas. Ser libre significa no tener que dar explicaciones a nadie, no ser
controlado por nadie, hacer lo que quieras cuando quieras. Cuando eran jóvenes,
a los masoquistas les faltó libertad con sus padres. Cuando consiguen sentirse
libres viven al máximo la vida, sin límites. Eso les lleva a comportamientos
extremos (hacen demasiado, ayudan demasiado, gastan demasiado, creen que tienen
demasiado, etc). Cuando viven sin límites se sienten avergonzados porque se
sienten humillados por la mirada y comentario de los demás. Por eso tienen
terror a encontrarse a sí mismos sin límites: creen que harían cosas que
avergonzarían a los demás. Además creen que si se ponen a sí mismos en primer
lugar, no serían de ayuda para los demás.
Su mayor miedo es la libertad. Se sabotean de
muchas formas:
- Un hombre que se siente libre de tener varias
novias, se creará problemas para verlas y esconder las unas de las otras.
- Un hombre que se siente atrapado en casa por su mujer controladora, se buscará dos trabajos para estar siempre fuera de casa. Creerá que así es libre, pero se engaña.
- Un hombre que se siente atrapado en casa por su mujer controladora, se buscará dos trabajos para estar siempre fuera de casa. Creerá que así es libre, pero se engaña.
Lo que un masoquista hace para liberarse en un
área le aprisiona en otra.
Los masoquistas tienen dificultades para satisfacerse
o gozar. Cuando sienten placer estando con alguien o haciendo algo, se critican
y se castigan por creer que están aprovechándose del otro. Aprovecharse del
otro es lo último que quieren ser acusados. Por eso tienen dificultades con la
sexualidad, pues les despierta culpa. De jóvenes se controlaban (reprimían)
para que sus madre no se sintiera avergonzada.
El sentido del deber es muy importante para
ellos.
Pueden tener problemas de páncreas (diabetes e
hipoglucemia), pues tienen dificultades para tratarse con dulzura. También
pueden tener problemas de corazón pues no se aman a sí mismos lo suficiente, o
no se sienten importantes como para sentir alegría. Normalmente, su forma de
recompensarse es comiendo.
Para ser conscientes de la herida de la humillación,
se sugiere que aprendas a reconocer las veces en que te sientes avergonzado de
ti mismo/a o de otros, y las veces en que te humillas a ti mismo sintiéndote
sin ningún valor, o te comparas o te criticas duramente. Date cuenta las veces
que humillas al otro haciendo demasiado por el otro. Es importante que te des
cuenta que tu madre o padre también sufren la misma herida. Aprende a tomarte
tiempo para sentir tus necesidades antes de decir “sí”. Asume tu
responsabilidad y liberarte de la carga y la culpa de los demás.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa
máscara masoquista se encuentran personas:
- Que conocen y respetan sus
necesidades.
- Sensibles a las necesidades
de los demás, y capaces de respetar la libertad del otro.
- Buenos conciliadores o
mediadores.
- Joviales.
- Altruistas, generosos.
- Organizadores con talento.
- Sensuales, saben cómo gozar
del amor.
- Con mucha dignidad; están
orgullosos de ser quienes son.
|
Sufrimos de la herida de injusticia cuando
sentimos que no somos apreciados por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos
respetados o cuando creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre
esta herida quien cree que recibe más de lo que se merece.
La herida se activa con el padre del mismo sexo.
Si sentíamos que ese padre no expresaba sus sentimientos con nosotros, sufrimos
una relación “fría” y superficial con el/ella, lo cual nos limita a podernos
expresar y ser nosotros mismos. Si el padre del mismo sexo era además
autoritario, crítico y estricto, la herida es mayor. De pequeño quien tiene esa
herida siente que es más apreciado por lo que hace que por lo que es.
La reacción de la persona que sufre la herida es
disociarse de sus sentimientos, como forma de sentirse protegidos y no
vulnerables. Para ese fin construyen la máscara de la rigidez. Físicamente van
todo rectos, como si su cuerpo fuera “perfecto”. En el fondo son injustos a sí
mismos, pues no se permiten expresar sus verdaderos sentimientos.
Los rígidos son gente muy sensible, pero esconden
su sensibilidad, actuando como si nada les tocara sus sentimientos. A los ojos
de los demás parecen fríos e insensibles, aunque ellos piensan que son los más
sensibles y cariñosos del mundo. Temen la frialdad en los demás y en sí mismos.
No pueden aceptar ser fríos pues significa no tener corazón, y eso equivale a
ser injusto. Por eso para ellos es tan importante sentir que son “buenas
personas” y “buenas en lo que hacen”. Ellos se consideran “perfectos” en primer
lugar, y “cálidos” en segundo lugar”.
Los rígidos buscan la justicia por encima de
todo. Son perfeccionistas y creen que hacer o decir las cosas a la perfección
es justo. Hacen bien las cosas, y de forma rápida. Quieren hacerlo todo para
evitar problemas, y si alguna vez tienen algún problema prefieren decir que
“todo va bien” para no sentir el sufrimiento. Son muy optimistas. Parecen
imperturbables.
Son muy dinámicos, aunque sus movimientos
muestran poca flexibilidad, mostrando que están algo cerrados. No les gusta la
autoridad, porque para ellos la autoridad siempre tiene “razón”. Para ellos, el
merecer las cosas es muy importante. Difícilmente aceptan regalos “sin haberlos
merecido” por su esfuerzo. Harán saber a los demás lo que han hecho o están
haciendo para mostrarles que son merecedores de su reconocimiento.
Cuando piden explicaciones, los rígidos quieren
que todos los detalles sean exactos. Pero cuando ellos tienen que explicar
algo, suelen exagerar fácilmente. A menudo utilizan las palabras: siempre,
nunca, mucho. No se dan cuenta que exagerar los datos no es ser justo. Cuando
les preguntas cómo están, rápidamente te contestarán “muy bien!” para no
tomarse el tiempo de sentir cómo están.
La religión tiene un impacto grande en los
rígidos. Para ellos el concepto de “bien” y “mal”, “correcto” o “incorrecto”
pesa mucho. Por eso tienen mucho miedo a cometer errores. Se exigen mucho a sí
mismos, les gustaría tenerlo todo solucionado al instante, son muy impacientes
y críticos consigo mismos. Casi nunca están satisfechos por lo que hacen, y eso
les drena energía. Por eso sus cuerpos suelen ser delgados. Se comparan
con los que consideran que son “más perfectos”, y eso es algo injusto que se hagan
a sí mismos. Es una forma de rechazar su ser. Normalmente de pequeños se
sintieron comparados con sus hermanos/as.
Suelen tener problemas de visión, porque es muy
difícil para ellos ver que han tomado decisiones poco acertadas o que tienen
una percepción mala de una situación. Prefieren no ver nada que sea
“imperfecto”, pues así no sufren. Prefieren utilizar la expresión: “no lo veo
del todo claro”.
Se sienten culpables si no están haciendo nada
mientras otro está trabajando. Lo viven como una injusticia. Para el rígido es
difícil conocer y respetar sus propios límites. Se imponen obligaciones aunque
no sean coherentes con sus necesidades. Si se permitieran sentir más se harían
un favor.
Encuentran injusto tener más privilegios que los
demás. Por eso, muchos se sabotean a recibir, otros se centran en aquello que
quejarse (y así olvidar sus privilegios) y otros creen que tienen que dar a los
demás para ser justos.
Pueden intervenir en una situación si ven que no
es justa. Les gusta que todo esté en su sitio, ordenado. Su sistema nervioso
está sobreexcitado porque se exigen la perfección, aunque a los demás les
parezca gente tranquila (debido a su auto-control).La emoción más común es el
enfado, sobre todo hacia ellos mismos, por no alcanzar sus ideales de
perfeccionismo. Deben vigilar su hígado si reprimen mucho el enfado.
Normalmente quieren dar una “segunda oportunidad” a las personas porque creen
que es justo. Si son muy rígidos, no verán su propio enfado y suavizarán la
situación excusando a la otra persona.
Los rígidos tienen dificultades en dejarse ir y
sentir placer sexual. Les cuesta expresar su ternura. Son sin embargo, los de
apariencia más sexy. Cuando se encuentran en una situación emotiva (cumpleaños
por ejemplo), tienen dificultad en controlarse.
Si reconoces esta herida en ti, puedes sanarla
empezando por reconocer cuando eres injusto con los demás y contigo mismo. Si
sientes vergüenza, es señal que no somos justos con nosotros (ni con los
demás). El niño/a que se siente rechazado, quiere llegar a ser perfecto, pues
tal y como es ahora, no es digno de existir. Cuando pasan los años y el niño
siente que su padre del mismo sexo le ama más, lo consideran injusto. Deciden
entonces auto-controlarse, exigirse más para así no ser rechazados. Así crean
la máscara de rigidez. Se apartan de sus sentimientos para no sentir el dolor
del rechazo.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa
máscara de retraimiento se encuentran personas:
- Dotados para lo creativo,
muy dinámicos y entusiastas.
- Capaces de simplificar,
explicar claramente y enseñar.
- Sensibles y conocedores de
lo que los otros sienten.
- Saben encontrar la persona
adecuada para hacer trabajos específicos.
- Pueden manejar situaciones difíciles.
Una vez
eres consciente de una herida, ya has empezado a curarla. Siente esa herida y
siente compasión, aceptación hacia ti. Siente. Acéptate así, tal como eres en
el nivel físico-emocional-mental. Acéptate profundamente. Acepta al niño/a
herida. Luego, entrégate a lo Divino dentro de ti, para que desde allí fluya la
Luz y el Amor que realizarán la cura total. Mantén tu consciencia enfocada en
lo profundo de ti, y con Fe y sin expectativas, entrega todo tu Ser (incluidas
tus heridas) a la Voluntad y Amor Divinos que moran en tu corazón.
La cura
viene de los niveles de consciencia que están más allá de todo mal, más allá
por lo tanto del plano físico, emocional o mental. Si conectamos internamente
con la realidad en un nivel donde no hay herida, la vibración de aquel nivel
fluye hacia nosotros y nos sana.
La cura
se produce cuando uno acepta lo que es en el plano físico, emocional y mental,
y sin juzgarlo se entrega totalmente libre de expectativas a lo Superior que
mora en interior del corazón, para que desde allí las energías se conduzcan
según la Voluntad Superior. Puedes aceptarte porque intuyes que eres mucho más
que esas heridas. En otros niveles de tu Ser, eres Luz, Belleza, Amor y Fuerza
infinitas. Hay que rendirse a lo Superior dentro de uno mismo y aceptar
cualquier resultado. Esa entrega, el silencio y esa fe producen la cura, pero
debe realizarse con sinceridad.
Pide
desde la humildad de tu corazón “ser Aquello para lo cual fuiste creado”. Pide
estar dispuesto a soltar lo que no te sirva, a modificar patrones de
pensamiento y de conducta. Pide servir a la Voluntad Suprema, que es
Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente. Acércate a esa Consciencia Suprema con
humildad y entrégate a ella. Entrégate y observa qué es lo que el yo Superior
te pide que hagas o dejes de hacer.
La cura
viene de lo profundo de nuestro Ser, donde existen la perfección y la salud;
viene de nuestro propio inconsciente. Agradece ser conducido por lo Superior en
ti y confía en Ello. Puedes contemplar y sintonizar con el arquetipo de un
triángulo con el vértice hacia arriba. Puedes visualizar las partes de tu Ser
mental-emocional-energético que se sienten heridas, y bañarlas con aceptación,
perdón y amor. Puedes confiar que Eres obra de Dios y que estás ocupándote con
amor de ti mismo. Puedes decirle a tu cuerpo que es el Templo de lo más Puro, y
decirle que se tranquilice por el proceso de Purificación que está atravesando
para liberarse viejas cargas que ya no sirven. Puedes encender cada mañana la
llama de tu corazón, con devoción a la Vida por darte la oportunidad de
existir. Puedes volverte un poco más amoroso y abrir tu corazón poco a poco.
Puedes
hacer muchas cosas. Hagas lo que hagas, hazlo con Amor y Fe. Entrégate a lo
Superior, es Allí donde empieza la cura, y desde allí las energías se conducen
de forma inteligente.
Muy constructivo hacer el "auto-análisis"; ser muy honestos al detectar cuáles son nuestras heridas para poder sanarlas...
El primer paso para la sanación es la ACEPTACIÓN.
GRACIAS!
www.consuelodelahidalga.com